No importa cuántos chistes contara Huanhuan, Sang Ye permanecía indiferente.
Al final, Huanhuan solo pudo rendirse.
Tal vez la decepción en su rostro fue demasiado obvia. Sang Ye no pudo soportarlo y tomó la iniciativa de admitir su error —Lo siento. Te hice contarme chistes en vano.
Huanhuan suspiró impotente y lo consoló —Olvida eso. No es gran cosa si no te gusta sonreír. ¡A algunas chicas les gusta tu cara de póker!
Sang Ye la abrazó fuertemente, sus oscuros ojos ocultos en la oscuridad.
Otro día pasó y Huanhuan recibió una carta de Bai Di a través del espacio del anillo.
Ya habían encontrado el territorio de los demonios y pronto podrían rescatarla a ella y a Sang Ye.
Huanhuan estaba feliz.
Ella le dijo a Sang Ye —Bai Di y los demás estarán aquí pronto. ¡Podemos dejar este lugar pronto!
Sang Ye le ayudó a recoger un mechón de cabello y dijo —Te llevaré a la salida más tarde. Tan pronto como aparezcan Bai Di y los demás, síguelos.