Varios minutos después, Yang Gang y sus amigos llegaron a la entrada del Pabellón Guanchao, encontrándose inmediatamente con más de una docena de personal de seguridad esparcidos por el suelo, aullando de dolor.
Una gran multitud se había reunido en la entrada, deleitándose en el caos con regocijo malicioso.
Yang Gang se enfureció al instante y maldijo sin siquiera mirar:
—¿Quién es el perro ciego que se mete con nuestro territorio? ¡Sal aquí, o te romperé las malditas piernas!
—¡Sí, sal ya!
—¡Verás lo duro que es nuestro Bro Gang!
Los ricos jóvenes detrás de él asintieron en acuerdo.
—¿Quién está hablando de romper mis piernas?
La multitud se abrió, y un joven empujando una silla de ruedas se hizo camino hacia afuera.
Cuando Yang Gang obtuvo una vista clara del rostro del hombre, se puso pálido como la muerte.
—Biao… ¿¡Hermano Biao?!
El hombre frente a él no era otro que Hu Biao, y sentada en la silla de ruedas estaba su hermana, Hu Wenwen!
