Ding Lijuan sonrió amablemente, llena de anticipación.
Sin embargo, lo que Ding Lijuan no esperaba era que al otro lado de la línea, Ding Liang pusiera una expresión preocupada.
—Tía, para decirte la verdad, últimamente no me ha ido muy bien. Ya he decidido regresar a mi pueblo natal y trabajar como cargador de ladrillos.
—¿Qué? ¿Un cargador de ladrillos? —Ding Lijuan se sorprendió.
Después, Ding Lijuan preguntó con preocupación:
—Cargar ladrillos debe ser muy duro, ¿verdad? ¿Estás cansado, te has bronceado últimamente?
Por teléfono, Ding Liang suspiró:
—No te preocupes, tía, puedo manejarlo. Bueno, basta de hablar, el capataz me está apurando para que mueva ladrillos, ¡tengo que colgar ahora!
—Está bien, entonces cuídate, no te sobrecargues de trabajo...
Ding Lijuan quería mostrar algo de preocupación, pero antes de que pudiera terminar, Ding Liang ya había colgado el teléfono.
Mirando la llamada desconectada, las lágrimas de Ding Lijuan caían.