Justo cuando Chen Xuan estaba a punto de explotar, Han Jingting lo detuvo.
—Ya no necesitas subir aquí, yo mismo le llevaré a Xiaoyu abajo todos los días —dijo.
Con eso, Han Jingting cerró la puerta.
Mirando la puerta cerrada, Chen Xuan sintió un golpe de frustración, apretando los puños de enojo.
En la sala, Ding Lijuan seguía siendo implacable.
—¿Por qué sigues protegiéndolo? Él es un gafe. Si no fuera por él, ¿alguna vez nuestra familia habría tenido tan mala suerte? —preguntó.
Ahora, Ding Lijuan había culpado a Chen Xuan de todo lo relacionado con el cheque rechazado, sintiendo que era toda su culpa.
Han Bowwen también intervino:
—Exacto, creo que Chen Xuan debe de ser incompatible con la fortuna de nuestra familia. Desde que se unió a nuestra familia, nunca hemos tenido buena suerte. De otra manera, ¡yo no habría perdido tanto dinero esta vez! —afirmó.
Han Jingting se quedó sin palabras por un momento.
