Existen momentos en la vida que te harán elegir qué camino tomar, y estas decisiones suelen llegar en un punto sin retorno, donde existe el camino de la derecha y el camino de la izquierda. No hay escapatoria. Por eso, cuando cae la noche decido crear mi propio camino, junto al neón que golpea mi rostro y me hace sentir viva.
Desde pequeña, mi vida ha sido estructurada para ser de una manera específica: la sucesora del negocio familiar. Yo no quería eso, pero cuando comprendí que podía decidirme por otro camino, ya era demasiado tarde. Prisionera de mi linaje, prisionera de un destino escrito desde antes de que yo fuera una idea en el universo. Por eso me gusta la noche; en la noche soy solo una persona más en el océano nocturno. Vestir como yo quiera, caminar como yo quiera y vivir como yo quiera.
En estos momentos, estoy en un callejón, lejos del rumor de las personas, reposando bajo la única luz que logra filtrarse al interior de la oscuridad. Un cigarrillo en mis manos se disuelve en pequeñas partículas que caen a su propio ritmo. Observo a las personas que dejan un rastro que se alarga como la luz. Me pregunto qué clase de vida llevan durante el día para querer buscar escapar durante la noche.
Una persona se acerca a mí y entra en la oscuridad en la cual permanezco. Sus ojos azules contrastan con el abismo. Me observa con una mirada barrida. Prendé un cigarro y expulsa el humo que apenas es perceptible, la llama entre sus dedos ilumina un par de anillos de plata. Se acerca un poco más, el humo aún se filtra de su boca y nariz. Toca uno de mis cachetes, su tacto es helado. El aroma de su cuerpo entra por mi nariz, es agradable incluso si se mezcla con el tabaco que sostiene.
─Podrías retroceder un poco, me incomodas. ─exclamé con enojo.
El chico retrocedió con una expresión de vergüenza. ─Perdón, me deje llevar. No suelo hacer eso ─contestó elevando su mano al cuello.
─No me interesa, alejate ─no quería tener a un extraño cerca.
─Me recordaste a mi hermana ─el joven levantó el cigarrillo y, con un movimiento calculado, lo arrojó lejos de nosotros ─. Tú mirada es similar a la de ella.
─¿Su mirada? ─pregunté barriendo mi mirada de la misma manera en la que él la hizo momentos atrás.
─Una mirada donde hay todo menos vida. No sé cuál es tu historia, pero deberías vivir la vida. Al final, cuando está se termine, sería muy triste que te dieras cuanta que nunca viviste.
─¿Qué? ─mi reacción fue natural ante una respuesta inesperada; por lo menos no esperaba algo de ese estilo.
El joven gesticulo una sonrisa y retrocedió una vez más hacia el neón de la ciudad. Cuando ya se encontraba a punto de desaparecer entre la multitud, se giró hacia mí dejándome ver su rostro con mayor nitidez. Sus rasgos eran definidos: ojos azules, nariz de modelo y su cabello llegaba a su nuca con alboroto. Seguía sonriendo, mostrando su dentadura. Al final solo agito su mano despidiéndose hasta perderse en el océano.
Tiré el resto de mi cigarrillo de la misma manera que él lo hizo, nuestras colillas quedaron una a lado de la otra. Salí de la oscuridad. La música de los establecimientos adornaba de manera sonora y la vestimenta llamativa de las otras personas me hacía sentir en una jungla de tonos neón. El ruido, de alguna manera, causaba silencio en mi mente. Las situaciones extrañas, como la de hace un momento, son comunes durante la noche. Mientras vagaba sin rumbo en el océano logré encontrar un puerto junto a una persona familiar, o tal vez no tanto. El chico que había interrumpido mi agradable momento íntimo con aquel cigarrillo estaba riendo junto con un grupo de personas, elevaban sus vasos con alcohol y festejaban con alegría. Me acerqué un poco a la imagen que veía, un gran muro de vidrio no me separaba del interior donde ellos estaban. Cuando la idea de entrar nació en mi mente decidí girar en sentido contrario, no era mi estilo el de andar con extraños. Mientras daba el giro logré percibir que él había notado mi presencia, con un movimiento de mano desde la distancia me pidió que me acercara. Me hice la difícil, pero él no le dio importancia. Se levantó del lugar y salió del lugar; tomó mi mano y me arrastró como una corriente hacia adentro. Confundida, me dejé llevar por sus pasos. Observaba su espalda y sentía el calor de su tacto el cual contrastada con su primer tacto que desprendía melancolía.
─¿Qué haces? ─pregunté, confundida por su acción.
─Dándote vida ─contestó.
Entramos al lugar, y nos sentamos con aquella multitud. Todos parecían jóvenes de la misma edad que el joven cuya mano aún sostenía la mía.
─¿Y ella quién es? ¿Tú novia? ─preguntó uno de los chicos borrachos en tono burlesco.
─Si, es mi novia ─él apretó mis dedos contra los suyos. Nuestras manos estaban ocultas bajo la mesa.
Todos reaccionamos con asombró ante su respuesta. La más conmocionada era yo. Mi mente estaba en blanco.
─¿Novia? Ni siquiera se tu nombre ─le susurre de manera discreta.
─¿Nombre? Soy Takahashi ─contestó sin preocupación.
─¿Takahashi? ─guardé silencio─. Soy Nüwa ─agregué momentos después.
─Bonito nombre ─su mano soltó la mía. Dejó de mirarme y se levantó de su asiento─. Me gustaría presentarles formalmente a Nüwa, mi novia.
Así fue mi primer encuentro con Takahashi, en esta ciudad neón. Conmocionada por un evento extraño y antinatural que me cegaba más que las propias luces.