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Chapter 34 - Recuerdos de un Pasado Perdido

En la tierra devastada, la base de la Legión era un faro de esperanza para los pocos sobrevivientes que quedaban. Aunque las ruinas y la desolación los rodeaban, dentro de los muros de la base se respiraba una mezcla de alegría y tensión. Había risas y bromas, momentos de camaradería que ayudaban a aliviar el peso del mundo que caía sobre ellos.

Los miembros de la Legión, liderados por Rayber, se mantenían unidos en medio del caos. A pesar de las pérdidas recientes y del dolor constante, encontraban formas de reír y seguir adelante. Era una muestra de su espíritu indomable, una chispa de humanidad en un mundo que parecía haberla perdido.

En una esquina de la base, Rayber y Axel se encontraban en una conversación íntima. Se alejaron un poco del bullicio, buscando un momento de tranquilidad en medio de la tormenta.

—¿Recuerdas cómo empezó todo? —preguntó Axel, con una sonrisa nostálgica en su rostro—. Parece que fue hace una eternidad.

Rayber asintió, sus ojos reflejando la mezcla de alegría y tristeza que sentía.

—Sí, lo recuerdo. Todo comenzó en la escuela, ¿verdad? Eramos solo unos niños con grandes sueños y sin idea de lo que el futuro nos deparaba.

Axel sonrió, sus ojos brillando con el recuerdo.

—Y luego vino el Car Wash. ¿Recuerdas cuando tuvimos que escapar allí? Fue nuestro primer refugio y el inicio de nuestra aventura.

Rayber rió suavemente, aunque había una nota de tristeza en su risa.

—Sí, lo recuerdo bien. La camioneta aún está ahí, ¿sabes? La usamos cuando empezamos nuestra lucha.

Axel suspiró, sus ojos llenándose de lágrimas.

—Es difícil creer que Rohwder y Henry ya no están con nosotros. Eran una parte importante de nuestra historia, de nuestro viaje.

Rayber asintió, su rostro grave.

—Sí, es duro. Perder a amigos tan cercanos es algo que nunca podremos superar del todo. Pero tenemos que seguir adelante, por ellos, por todos los que nos han dejado.

Axel miró a Rayber, notando la dureza en su expresión.

—Te has vuelto más fuerte, Rayber. Pero también veo la oscuridad en tus ojos. No dejes que el odio te consuma.

Rayber miró al horizonte, sus ojos llenos de determinación.

—Lo sé, Axel. Pero perder a Aurora, a Rohwder, a Henry... es difícil no sentir odio. Aun así, prometo que lucharé por lo que es correcto, por la memoria de nuestros amigos caídos.

Axel puso una mano en el hombro de Rayber.

—Estamos juntos en esto, amigo. Y aunque la guerra sea inevitable, debemos recordar por qué luchamos. No solo por venganza, sino por un futuro mejor.

Rayber asintió, su determinación renovada por las palabras de su amigo.

—Tienes razón, Axel. Lucharemos por la esperanza, por la paz que queremos restaurar. No dejaremos que sus sacrificios sean en vano.

La conversación se vio interrumpida por el sonido de pasos acercándose. Era Sara, con una expresión de preocupación en su rostro.

—Rayber, Axel, necesitamos reunir a todos. Hay noticias importantes sobre el Primer Asalto. El enemigo está en movimiento.

Rayber y Axel intercambiaron una mirada, la gravedad de la situación cayendo sobre ellos. Se dirigieron rápidamente hacia el centro de la base, donde el resto de la Legión ya se estaba reuniendo.

La base de la Legión, aunque un refugio en medio de la devastación, se convirtió en un hervidero de actividad mientras los supervivientes y guerreros se preparaban para lo que estaba por venir. La determinación de Rayber, reforzada por el apoyo de sus amigos y compañeros, era inquebrantable. La Gran Guerra estaba por comenzar, y con cada paso, con cada acto, Rayber se comprometió a honrar el legado de aquellos que habían caído y a luchar por un futuro en el que la esperanza pudiera volver a florecer.

Con la mirada fija en el horizonte, Rayber y su equipo se prepararon para enfrentar el desafío más grande de sus vidas, sabiendo que la batalla que se avecinaba decidiría el destino de su mundo.

En la base de la Legión, la atmósfera estaba cargada de tensión y anticipación. Cada miembro sabía que la Gran Guerra se acercaba, y los preparativos estaban en pleno apogeo. Los comandantes de la armada jugaban un papel crucial en la organización de las tropas y en la estrategia para enfrentar al enemigo.

Dentro del cuarto de los comandantes, una figura comenzaba a transformarse de una forma extraña y desconcertante. La luz de la luna que entraba por la ventana iluminaba su silueta, revelando cambios grotescos en su cuerpo. La piel se estiraba y se retorcía, los huesos crujían y se movían bajo la superficie. Los ojos, antes humanos, ahora brillaban con un resplandor inhumano.

Los comandantes presentes se quedaron boquiabiertos ante la transformación. Arlan, el veterano estratega con cicatrices de innumerables batallas, dio un paso adelante, sus ojos fijos en la figura que cambiaba.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó con voz grave.

La figura se volvió lentamente hacia él, su rostro ahora una mezcla de humano y algo mucho más oscuro.

—No teman, amigos —dijo con una voz gutural—. Soy Orin, vuestro aliado. He sido dotado con habilidades especiales para enfrentar lo que está por venir. Este es el resultado de mi sacrificio para adquirir el poder necesario para luchar contra los no-muertos.

Arlan intercambió una mirada con Elara, la comandante de la caballería, conocida por su rapidez y astucia en el campo de batalla.

—Orin, ¿qué clase de poder es este? —preguntó Elara, su tono mezclando curiosidad y preocupación.

—Un poder antiguo y oscuro —respondió Orin—. Pero necesario. Con estas habilidades, puedo infiltrarme en las filas enemigas y sabotear sus planes desde dentro. Es un riesgo que estoy dispuesto a tomar por el bien de nuestra causa.

Los comandantes intercambiaron miradas escépticas. Ravanok, el imponente comandante de los guerreros de élite, cruzó los brazos sobre su pecho y avanzó.

—No estamos convencidos, Orin —dijo Ravanok, su voz un gruñido amenazador—. Si quieres que te creamos, tendrás que dejarte llevar a una celda para que podamos vigilarte. Si no aceptas, yo mismo me aseguraré de que tu transformación sea aún más dolorosa.

Orin asintió lentamente, comprendiendo la desconfianza de sus compañeros.

—Haré lo que sea necesario para ganar vuestra confianza. Llévenme a la celda y vigílenme. Les demostraré que estoy del lado de la Legión.

Arlan, Elara y Ravanok asintieron, y dos guardias escoltaron a Orin fuera del cuarto de los comandantes hacia una celda segura, donde sería vigilado de cerca.

Mientras tanto, en la base principal, Rayber estaba reuniendo a su equipo principal: Axel, Sara, Kellah, Frank, Junior y Moreno. Cada uno de ellos estaba preparado para la batalla que se avecinaba, sus rostros reflejando la mezcla de emociones que sentían.

—Tenemos que estar listos para cualquier cosa —dijo Rayber, su voz firme—. Sabemos que el enemigo no nos dará tregua. Debemos concentrarnos en preparar nuestras defensas y nuestras estrategias.

Axel asintió, su rostro serio.

—No podemos depender de aliados desconocidos. Debemos ser fuertes y estar listos para enfrentar al enemigo directamente.

Sara, con su aguda inteligencia y agilidad, añadió:

—Cada uno de nosotros tiene un papel vital en esta lucha. Si permanecemos unidos y enfocados, podemos superar cualquier obstáculo.

Kellah, con su furia desatada y determinación, golpeó su puño contra su palma.

—Estoy lista para aplastar a cualquier no-muerto que se cruce en nuestro camino. No mostraré piedad.

Frank, con su imponente tamaño y fuerza, asintió.

—Nos aseguraremos de que cada golpe cuente. No dejaremos que el enemigo avance ni un paso.

Junior, envuelto en su armadura invencible, agregó:

—Protegeré a todos ustedes con mi vida. No dejaré que nadie caiga mientras esté aquí.

Moreno, con sus cuchillos y machetes listos, miró a Rayber.

—Vamos a hacerlo, jefe. Estamos contigo hasta el final.

Rayber miró a su equipo, sintiendo una oleada de orgullo y determinación.

—Entonces, prepárense. La Gran Guerra está por comenzar, y no descansaremos hasta que hayamos asegurado nuestra tierra y vengado a los que hemos perdido.

La Legión se movilizó, cada miembro consciente de la gravedad de la situación. Los comandantes Arlan, Elara y Ravanok se unieron al equipo principal, cada uno aportando su experiencia y habilidades para fortalecer las defensas y planificar los próximos movimientos.

Mientras tanto, en el mundo de los no-muertos, Manuel continuaba consolidando su poder, su cuerpo mutado y su mente cada vez más retorcida. Los planes para infiltrarse en la tierra estaban en marcha, y el Primer Asalto era solo el comienzo de una guerra que decidiría el destino de ambos mundos.