Sebastián continuaba su paseo por las calles de Juliaca, su mente luchando por comprender la extraña situación en la que se encontraba. Mientras observaba a los niños jugar en la plaza cercana, un destello de claridad atravesó su mente.
Recordó cada detalle de su vida adulta con una nitidez asombrosa: las tragedias que había enfrentado, los momentos de felicidad, y hasta los detalles más triviales, como quién ganó la última Copa del Mundo de fútbol y quién fue el presidente en cada período.
La comprensión lo golpeó con fuerza. No era solo una coincidencia que despertara en su habitación de la infancia; algo extraordinario había ocurrido. Había retrocedido en el tiempo, pero su mente adulta había viajado con él, llevando consigo todos los conocimientos y recuerdos del futuro.
Con este descubrimiento, la confusión inicial de Sebastián comenzó a desvanecerse, reemplazada por una sensación de asombro y determinación. Comprendió que tenía una oportunidad única: la oportunidad de cambiar el curso de su vida y, tal vez, el destino de su país.
Decidido a aprovechar al máximo esta segunda oportunidad, Sebastián se levantó del banco con renovada energía. Sabía que el camino por delante sería difícil y lleno de desafíos, pero también sabía que tenía la fuerza y la determinación necesarias para enfrentar lo que sea que el destino le deparara.
Con un nuevo sentido de propósito, Sebastián se adentró en las calles de Juliaca, listo para abrazar su destino con valentía y determinación.