Roberto, Hugo, Günter y Thôr Aer se dirigían al templo de Tasares, la diosa de la guerra. A medida que avanzaban por los caminos del monasterio, sus pensamientos vagaban entre la expectación y la preocupación. El aire fresco de la mañana se llenaba de murmullos sobre los nuevos entrenamientos y las recientes llegadas.
Al llegar al templo, la imponente figura de Sigfried, el sacerdote de Tasares, los recibió con una mirada severa. A su lado estaba Lysandra, la sacerdotisa guerrera de Tasares de la orden del Fuego Purificador. Sin embargo, lo que más llamó la atención de Roberto fueron las dos mujeres que los acompañaban.
Una de ellas era alta y atlética, con el porte de una guerrera experimentada. Sus ojos, de un azul profundo, observaban a los recién llegados con una mezcla de curiosidad y desconfianza. A su lado, una joven mujer con una apariencia menos marcial pero igualmente decidida la escoltaba.
—Bienvenidos —dijo Sigfried, con una voz que resonó en el amplio espacio del templo—. Hoy tenemos nuevos compañeros de entrenamiento. Os presento a Marina, una guerrera recién llegada, y a su escolta, Clara.
Roberto sintió un escalofrío al escuchar el nombre de Marina. Había algo familiar en ella, algo que lo hacía retroceder mentalmente a su vida anterior. Sin embargo, decidió guardar silencio por el momento, observando cómo Marina se movía con la gracia de alguien acostumbrado a la batalla.
El entrenamiento comenzó de inmediato. Bajo la supervisión de Sigfried y Lysandra, realizaron una serie de ejercicios intensos diseñados para probar su resistencia y habilidades de combate. Marina se destacó rápidamente, mostrando una destreza y fuerza que no dejaban dudas sobre su capacidad como guerrera.
Mientras observaba a Roberto y Günter enfrentarse en un combate de práctica, Lysandra se acercó a Sigfried. —¿Por qué no usa plegarias Roberto? ¿No debía prepararse para sacerdote de Tasares? —preguntó, tratando de evitar dar cosas por sentadas.
—Deseo que sea capaz de defenderse si se queda sin sus guardias —respondió Sigfried, explicando su motivación—. Si forma equipo con Sylvia, ella debería ser la encargada de curar.
Lysandra asintió, pero no se convenció del todo. —Pero tenía guerreros de sobra con él. Günter, Hugo y el guardián de la elfa. Ahora además, si debe formar equipo, tiene a Marina, Clara, Tirnel Estel y Thôr Aer —enumeró Lysandra—. Por no hablar de todos los demás guerreros que tenemos en este monasterio. Un sacerdote haciendo más hábiles a los guerreros creo que es más útil que un guerrero más.
Sigfried odiaba dar la razón a otros, pero para su desgracia, Lysandra la tenía. —Quizás hay que plantearse un nuevo enfoque. ¿Qué tal maneja las plegarias de Tasares?
Lysandra observó el combate entre Roberto y Günter, notando cómo Roberto comenzaba a ser acorralado. —No tiene posibilidades contra tu campeón, pero veremos si puedo darle una oportunidad —dijo Lysandra, extendiendo su mano hacia Roberto—. Tasares bellatrix, fortitudinem in paladinum meum infunde, ut hostes vincamus et gloriam attingamus.
Cuando el combate parecía ya decidido, con Roberto de rodillas y a punto de ser derrotado, una fuerza renovada pareció llenarlo. Detuvo el golpe de Günter con tal violencia que cambió las tornas. Günter perdió el equilibrio, y Roberto aprovechó para avanzar, derribándolo con un golpe poderoso.
El combate estaba ganado, pero Roberto alzó la espada dispuesto a acabar con la vida de su rival. —Suficiente, Roberto —dijo Sigfried con voz autoritaria—. Si no fuera por Lysandra, tú serías el que estaría en el suelo. Mañana comenzarás un nuevo entrenamiento con ella. Hugo, cámbiate con Roberto. Entre estos dos hay demasiada tensión y se van a terminar haciendo daño.
Lysandra miraba con una sonrisa de satisfacción a Sigfried. —¿Se te dan mal las plegarias?
—No comprendo por qué no sirven en nuestra lengua y debemos usar la antigua lengua —se quejó Sigfried, claramente contrariado. Ayer su campeón había sido derrotado por una elfa, y hoy le habían demostrado cómo un sacerdote usando bien las plegarias era más útil para un grupo con guerreros que un guerrero más.
Cuando el sol estuvo en su cenit, Sigfried y Lysandra dieron por concluido el entrenamiento. Mientras se acercaban a los seis jóvenes, podían verlos respirar pesadamente por el esfuerzo realizado.
—Marina, Roberto. Después de comer, debéis ir a la biblioteca. Ahora tratad de recuperar algo de aire y haced el favor de congeniar más. Las estúpidas rencillas y rivalidades pueden causaros la muerte. En una misión donde debáis luchar, la coordinación de todos es vital para salir victoriosos —con estas palabras, Sigfried dio por concluida la clase y se marchó con Lysandra, visiblemente disgustado.
—Quizás yo sea mejor con las plegarias, pero seguro que tú eres mejor con las armas. Serás un buen instructor para Marina —dijo Lysandra, mirando a Roberto con una expresión pensativa.
Roberto asintió, aceptando el reto. Mientras los demás comenzaban a dispersarse, Marina se acercó a él, con una mirada de curiosidad y determinación. —He visto lo que hiciste ahí. ¿De dónde vienes, Roberto?
—Es una historia larga —respondió él, con una sonrisa—. Pero parece que ahora tenemos tiempo. Vamos, te presentaré a Sylvia durante el almuerzo. Creo que te interesará conocerla.
Marina asintió, intrigada por la mención de Sylvia. Mientras caminaban hacia el comedor, Clara se unió a ellos, observando a Roberto con una mezcla de curiosidad y precaución. La nueva dinámica del grupo estaba empezando a formarse, y todos sabían que necesitarían trabajar juntos para enfrentar los desafíos que les esperaban.
A medida que avanzaban por los pasillos del monasterio, Günter, con una sonrisa maliciosa, se adelantó al grupo, decidido a marcar su territorio.
Sylvia, Tirnel Estel y Frederick ya estaban en el comedor, ocupando una mesa al fondo. Al ver a Günter acercarse, Sylvia sintió una mezcla de anticipación y nerviosismo. Sus guardianes, Tirnel Estel y Frederick, no reaccionaron, ya que Sylvia les había dejado claro antes del entrenamiento que no le importaban los besos de Günter.
Günter se acercó a Sylvia con una mirada intensa, sus ojos brillaban con determinación. Sin previo aviso, la tomó por la cintura y la atrajo hacia él. Sylvia no pudo evitar derretirse ante su toque. Sus labios se encontraron en un beso apasionado y lleno de sensualidad. Sylvia correspondió al beso, sus manos se aferraron a la nuca de Günter, profundizando el contacto. El mundo a su alrededor pareció desvanecerse mientras se entregaba a la intensidad del momento.
Finalmente, se separaron, sus respiraciones entrelazadas y sus corazones latiendo con fuerza. Günter sonrió con satisfacción, sabiendo que había dejado una marca.
—Hola Sylvia, ¿te acuerdas de tu novia Marina? —dijo Roberto, interrumpiendo el momento con una voz cargada de ironía.
Sylvia se quedó paralizada, su mirada se desvió hacia Roberto y luego hacia Marina, que estaba a su lado con lágrimas en los ojos. Sin previo aviso, Marina le propinó un puñetazo a Sylvia, que cayó al suelo, adolorida y confusa.
—¿Por qué? —preguntó Sylvia, mirándola con ojos llenos de dolor y sorpresa mientras sus guardianes la ayudaban a levantarse.
Marina, furiosa, comenzó a enumerar los motivos. —Primero, por haberme convencido a jugar a ese maldito juego que nos ha traído aquí. Segundo, por haberte elegido un personaje femenino a pesar de mis quejas. Tercero, por tenerme preocupada todo este tiempo. Y cuarto, por haberte dedicado a ponerme los cuernos con otro hombre.
Sylvia, apesadumbrada y sin poder mirarla a los ojos, murmuró una disculpa. —Lo siento...
Marina, sin embargo, no se había quedado a gusto. —Oh, tranquilo, lo vas a sentir aún más porque hemos roto. Total, a mí no me gustan las mujeres y si algún día vuelves a ser un hombre, búscate otra.
La tensión en el comedor era palpable. Sylvia sintió un vacío en el estómago mientras se sentaba nuevamente, tratando de asimilar las palabras de Marina. Durante la comida, la atmósfera entre Sylvia y Marina fue extremadamente tensa, pero los demás intentaron suavizar el ambiente con conversaciones triviales.
Hugo, tratando de romper el hielo, comentó: —Así que Clara, ¿cuánto tiempo llevas entrenando como guerrera?
Clara, que había estado observando la escena con cierta incomodidad, respondió con una sonrisa. —Desde que era muy joven. Me uní a la orden del Fuego Purificador cuando tenía apenas doce años. ¿Y tú, Hugo? Pareces tener mucha experiencia también.
—Bueno, llevo entrenando desde que tenía catorce años. Me uní al monasterio para seguir los pasos de mi padre —respondió Hugo, con un tono de orgullo en su voz—. Aunque nunca imaginé que terminaría aquí, en medio de toda esta locura.
Marina, aunque aún molesta, no pudo evitar participar en la conversación. —¿Y qué te trajo aquí, Clara?
—La necesidad de proteger a los inocentes y luchar contra la injusticia —respondió Clara—. Aunque, para ser honesta, no esperaba encontrarme con una situación tan complicada. Pero aquí estamos, haciendo lo mejor que podemos.
Frederick, que había estado observando a Sylvia con preocupación, añadió: —Lo importante es que estamos todos juntos en esto. Cada uno de nosotros tiene habilidades y experiencias únicas que aportan al grupo. Debemos aprender a trabajar juntos y apoyarnos mutuamente.
Thôr Aer, siempre directa, miró a Marina y dijo: —Es normal sentirse traicionado y enojado. Pero también debes recordar que estás en un lugar extraño, enfrentando cosas que nunca imaginaste. La unidad es nuestra mejor defensa.
Marina asintió lentamente, reconociendo la verdad en las palabras de Thôr Aer. —Supongo que tienes razón. No es fácil, pero debemos intentar dejar de lado nuestras diferencias y centrarnos en sobrevivir y encontrar una salida.
La conversación continuó, aunque la tensión entre Sylvia y Marina era evidente. Sin embargo, poco a poco, las interacciones con los demás ayudaron a suavizar un poco el ambiente. Marina y Clara empezaron a conocer mejor a los demás, y aunque el dolor y la traición aún estaban presentes, la posibilidad de nuevas amistades y alianzas ofrecía una esperanza renovada.
A medida que la comida avanzaba, Sylvia no podía evitar sentir un rayo de esperanza. Sabía que sería un camino difícil, pero estaba decidida a enfrentar sus errores y trabajar hacia una mejor convivencia con sus compañeros.
Después de la tensa comida, el grupo se dirigió hacia la biblioteca. Sylvia, Marina, Roberto, Hugo, Günter, Thôr Aer, Clara, Tirnel Estel y Frederick avanzaron por los pasillos del monasterio, todavía sintiendo el peso de los eventos recientes. Al llegar a la entrada de la biblioteca, encontraron a Balduin y Althea esperándolos, ambos con expresiones de serenidad y paciencia.
—Aún tenemos que esperar un poco más —dijo Balduin, haciendo un gesto hacia unos bancos cercanos donde podrían sentarse.
Mientras esperaban, Balduin se acercó a Sylvia con una mirada de preocupación. —Sylvia, ¿qué tal te va con tus nuevos escoltas? —preguntó, su tono era paternal y amable.
Sylvia suspiró, sintiéndose abrumada por la preocupación genuina de Balduin. —No creo necesitar guardianes, pero agradezco la preocupación —respondió, tratando de sonar convincente aunque sus pensamientos estaban divididos.
Balduin miró a Günter con desconfianza antes de volver su atención a Sylvia. —Y, Günter, ¿sigue molestándote? —preguntó con suavidad, pero con una mirada firme.
Sylvia se encogió de hombros, sin saber qué responder. Sus pensamientos giraban entre el deseo que sentía por Günter, la consciencia de que solo la estaba usando, y el reciente incidente en el comedor que había causado una discusión con Marina. —Es... complicado —dijo finalmente, evitando profundizar en los detalles.
En ese momento, las puertas de la biblioteca se abrieron y aparecieron Thalor y Lyanna, los sacerdotes supremos de Veltara de ambas órdenes. Iban acompañados por tres jóvenes: un humano llamado Erich, una joven elfa llamada Ambariel, y un joven elfo llamado Harry.
Sylvia, Marina y Roberto intercambiaron miradas de reconocimiento y sorpresa al ver a Harry.
Todos recordaban cómo se burlaban de él por haber elegido ese nombre para su mago, completándolo con "Potter". Sin embargo, en este mundo, Harry había decidido dejarse solo con su nombre de pila, con la esperanza de que si se encontraba con alguno de sus compañeros, les resultaría más fácil reconocerlo.
—Buenos días a todos —dijo Thalor, su voz resonaba con autoridad—. Estos son Erich, Ambariel y Harry. Son nuevos en nuestra comunidad y queremos que se sientan bienvenidos.
Harry, con una sonrisa nerviosa, levantó una mano en señal de saludo. —Hola, es... bueno ver caras conocidas —dijo, mirando a Sylvia, Marina y Roberto.
Balduin y Althea observaron la interacción con interés. —Parece que algunos de ustedes ya se conocen —comentó Althea—. Esto facilitará las cosas.
Sylvia dio un paso adelante, todavía con la mente revuelta por los eventos recientes. —Harry, es bueno verte aquí. No esperaba encontrarme con más viajeros de mundos —dijo, su voz mostraba una mezcla de alivio y curiosidad.
—Sí, esto es... increíble —respondió Harry, su mirada reflejaba la misma mezcla de emociones—. Nos hemos encontrado en un lugar extraño, pero al menos estamos juntos.
Marina, con los ojos aún brillando por la emoción del reciente enfrentamiento, se acercó a Harry. —Harry, ¿cómo has llegado aquí? —preguntó, su voz era suave pero cargada de curiosidad.
Harry suspiró, recogiendo sus pensamientos antes de responder. —Después de la... transformación, desperté en medio de un bosque. No fue fácil, pero logré llegar hasta aquí con la ayuda de algunos buenos samaritanos —explicó, omitiendo los detalles más oscuros de su viaje.
Mientras los demás escuchaban, Erich y Ambariel también compartieron brevemente sus historias, creando un ambiente de camaradería y comprensión mutua. La presencia de otros viajeros del mundo ofrecía una chispa de esperanza y un sentido renovado de propósito entre ellos.
Después de las presentaciones, Balduin y Althea condujeron al grupo más adentro de la biblioteca, hasta una sección reservada para estudios avanzados. Las altas estanterías estaban llenas de libros antiguos, grimorios y pergaminos que parecían susurrar historias de tiempos pasados.
Balduin hizo un gesto hacia una gran mesa de madera en el centro de la sala, cubierta con libros abiertos, mapas y documentos antiguos. —Por favor, tomad asiento. Tenemos mucho que discutir y estudiar hoy.
Mientras todos se acomodaban alrededor de la mesa, Althea comenzó a distribuir los documentos. —Hoy nos centraremos en la profecía de los Viajeros de Mundos y en cómo enfrentar a la sociedad secreta que creemos ha reclutado a algunos de vuestros compañeros —dijo con una voz calmada pero firme.
Thalor y Lyanna, los sacerdotes supremos de Veltara, se unieron a ellos, trayendo consigo más textos y pergaminos. —Hemos estado investigando intensamente desde vuestra llegada, y hemos descubierto aspectos de la profecía que requieren vuestra atención inmediata —dijo Thalor, desplegando un mapa del reino sobre la mesa.
Lyanna añadió: —La profecía habla de viajeros que poseen habilidades únicas que pueden alterar el equilibrio de nuestro mundo. Sabemos que algunos de estos viajeros han sido captados por una sociedad secreta, cuya identidad aún no hemos podido desentrañar por completo. Pero tenemos razones para creer que operan dentro de este monasterio o en sus proximidades.
Harry, con su curiosidad de mago, se inclinó sobre el mapa. —¿Y cómo podemos identificar a estos viajeros? —preguntó, su mente ya empezando a idear estrategias.
—Primero debemos estudiar la profecía en profundidad —respondió Balduin, señalando un grueso tomo antiguo—. Aquí se detallan las características y habilidades de los viajeros. Algunos de vosotros ya habéis mostrado ciertas habilidades, pero es crucial que las entendáis y aprendáis a controlarlas.
Althea asintió. —Cada uno de vosotros tiene un papel que desempeñar. Por eso es vital que trabajéis juntos y compartáis lo que descubrís.
Mientras hablaban, Sylvia no pudo evitar sentirse abrumada por la magnitud de la tarea. La reciente confrontación con Marina aún pesaba en su mente, pero sabía que debía concentrarse. Tomó uno de los libros que Althea había colocado frente a ella y comenzó a leer en silencio.
Marina, aunque todavía molesta con Sylvia, también se sumergió en los textos, tratando de entender mejor el destino que les esperaba. Roberto y Harry, por su parte, intercambiaron miradas de comprensión antes de enfocarse en sus propios estudios.
El tiempo pasó rápidamente mientras todos leían y discutían las diferentes interpretaciones de la profecía. Lyanna y Thalor guiaban el debate, ayudando a los viajeros a comprender los textos antiguos y los símbolos místicos que encontraban en las páginas amarillentas.
—Aquí hay un pasaje que habla de un "corazón oscuro" que buscará corromper a los viajeros —dijo Erich, leyendo en voz alta—. "El corazón oscuro tomará formas familiares y tentadoras, buscando desviar el verdadero propósito de los elegidos."
—Eso podría referirse a la sociedad secreta —comentó Ambariel, la joven elfa—. Si han reclutado a algunos de nosotros, es probable que utilicen tácticas engañosas.
—Exacto —asintió Thalor—. Debemos estar atentos a cualquier señal de corrupción o manipulación entre los viajeros. Es crucial que mantengáis la mente clara y el corazón firme.
Balduin, que había estado observando en silencio, se acercó a la mesa. —Además de estudiar la profecía, debemos desarrollar estrategias para enfrentar a esta sociedad secreta. Debemos descubrir quiénes son, cuáles son sus objetivos y cómo planean usar a los viajeros.
—Y eso comienza con la vigilancia —dijo Lyanna—. Observad a vuestros compañeros, prestad atención a cualquier comportamiento extraño o cambios repentinos. Y sobre todo, confiad en vuestros instintos.
La tarde avanzó con los jóvenes inmersos en sus estudios y planes. Sylvia, Marina y los demás comenzaron a compartir sus pensamientos y teorías, cada uno aportando su perspectiva única al grupo. La tensión inicial entre Sylvia y Marina se fue suavizando a medida que trabajaban juntas, aunque las heridas emocionales aún estaban presentes.
Finalmente, Balduin levantó una mano para llamar la atención de todos. —Bien, creo que hemos avanzado mucho hoy. A partir de ahora, nuestros encuentros en la biblioteca serán regulares. Aquí estudiaremos la profecía y planificaremos nuestras acciones contra la sociedad secreta.
Althea asintió, cerrando el libro que tenía delante. —Por hoy hemos terminado, pero continuaremos mañana. Recordad, estáis en el umbral de un gran destino. Trabajad juntos y permaneced fuertes.
Mientras se levantaban y recogían sus cosas, Sylvia se sintió un poco más segura. Sabía que el camino por delante sería difícil, pero con la guía de sus mentores y el apoyo de sus compañeros, estaba lista para enfrentar lo que viniera. La profecía de los Viajeros de Mundos era un enigma que debían desentrañar, y la amenaza de la sociedad secreta era real, pero juntos, podían encontrar una manera de superarlo.
Salieron de la biblioteca con una sensación renovada de propósito, sabiendo que cada día los acercaba más a la verdad y a su destino.
La cena en el comedor era un tumulto de ruido y movimiento, con los nuevos miembros del monasterio tratando de encontrar su lugar entre los residentes más antiguos. Sylvia, Marina, Roberto, Harry y sus respectivos guardianes se sentaron en una mesa grande, tratando de mantener un aire de normalidad en medio del bullicio.
Harry, observando la tensión entre Sylvia y Marina, no pudo evitar preguntar. —¿Qué ha pasado entre vosotras dos? —dijo, su tono era de genuina curiosidad.
Roberto, claramente irritado por la situación, lanzó un comentario despectivo. —Sylvia está totalmente seducida por Günter. Ha estado poniéndole los cuernos a Marina con él.
Harry miró a Sylvia con extrañeza. —¿Te gustaban los hombres antes? —preguntó, tratando de entender la situación.
Sylvia, abrumada por la acumulación de emociones y la presión de las últimas semanas, no pudo contenerse más. —Sí, soy una elfa caliente que solo piensa en acostarse con cualquier hombre —soltó, su voz llena de frustración.
Frederick, sentado a su lado, trató de calmarla. —Eso no es cierto, Sylvia. Simplemente estás bajo mucha presión y te sientes desbordada.
Sylvia respiró hondo, tratando de calmarse. —Perdona, perdonad todos. Desde hace una semana estoy muy confundida. Antes no me sentía atraída por los hombres y cada vez me siento más atraída. Lo siento, Tirnel. Anoche intenté fijarme en tu cuerpo con deseo y mis ojos se iban hacia las rendijas entre las mantas para ver desnudarse a Frederick. Disculpa también tú, Frederick.
Para sorpresa de Sylvia, ambos guardianes se mostraron comprensivos. Tirnel Estel sonrió suavemente. —No tiene importancia, Sylvia. Somos elfas las dos y entiendo lo que estás pasando.
Frederick, sonriendo, añadió. —No te preocupes, Sylvia. Si necesitas mirarme mientras me desvisto para sentirte mejor, no me importa. Lo que sea que te ayude a encontrar tu equilibrio.
Harry intervino, reflexionando. —Debe ser parte de la conversión sufrida al venir a este mundo. Yo también me siento raro. En mi caso, solo he cambiado de raza, no de sexo, pero noto que tengo una afinidad por los estudios, las artes y la magia que antes no tenía. En nuestro mundo, nada de eso me atraía.
Marina, por primera vez desde que vio a Sylvia besando a Günter, sintió empatía por su antiguo novio. —Incluso yo me siento diferente. Ahora soy mucho más fuerte que en el otro mundo, y luchar me da una gran subida de adrenalina. Antes nunca me había sentido así.
Todos miraron entonces a Roberto, esperando algún comentario. Encogiéndose de hombros, respondió. —No tengo claro ninguna diferencia. Más allá de estar cambiando mi percepción por Sylvia. En los últimos seis meses, la he visto enfrentarse al rechazo de todos y, en la última semana, he visto cómo se han estado aprovechando de ella.
Günter, con su mirada a medio camino entre pícaro y malvado, añadió. —Estoy contento con esos cambios en Sylvia. Pero creo que se han acentuado desde que ha probado los brazos de un hombre de verdad.
La discusión llegó a su fin. Terminando la cena en un silencio tenso, cada uno se dirigió hacia sus aposentos. Antes de separarse, Günter se acercó a Sylvia y, sin previo aviso, la besó apasionadamente. Sylvia, como siempre, se derretía ante el contacto de Günter, correspondiendo al beso y abrazándolo con fuerza. Cuando se separaron, Günter le susurró al oído. —Dulces sueños, Sylvia. No olvides que siempre estaré aquí para ti.
La pobre Sylvia se quedó aún más confundida con sus sentimientos. Mientras se dirigía a su habitación, su mente estaba en un torbellino de emociones y pensamientos.
Ya en su habitación, Sylvia se sentó en su cama, mirando a Tirnel Estel y Frederick. —No sé qué hacer con todo esto. Me siento tan perdida.
Tirnel Estel se acercó y se sentó junto a ella, poniendo una mano reconfortante en su hombro. —Es normal sentirse así, Sylvia. Estás pasando por muchas cosas a la vez. Pero recuerda que no estás sola. Estamos aquí para ti.
Frederick, apoyado en la pared cerca de la puerta, asintió. —Tienes todo el derecho a sentirte confundida. Lo importante es que sigas adelante, un paso a la vez.
Sylvia respiró hondo, asimilando las palabras de sus guardianes. —Gracias a ambos. Aprecio mucho vuestro apoyo. Sólo espero poder encontrar mi camino en medio de todo esto.
Tirnel Estel sonrió. —Lo harás, Sylvia. Lo harás.
Esa noche, Sylvia se acostó con una mezcla de miedo y esperanza en su corazón. Sabía que los desafíos no habían hecho más que empezar, pero con el apoyo de sus amigos y guardianes, sentía que tal vez, solo tal vez, podría encontrar su camino. Mientras cerraba los ojos, su mente seguía girando en torno a los eventos del día, pero una pequeña chispa de determinación brillaba en su interior.
Finalmente, el sueño la envolvió, llevándola a un mundo donde podía olvidar, aunque solo fuera por un momento, las complejidades y desafíos de su vida actual.