Enero.
Es normalmente un tiempo de celebraciones, bullicioso de emoción.
Visitando a los parientes, intercambiando saludos de Año Nuevo.
Pero en este momento, la casa de la familia Leocadia parecía una torre fantasma.
En este vasto complejo de villas, no se podía ver a una sola persona.
Ocasionalmente, solo se podían escuchar unos cuantos maullidos de gatos.
Natalia Leocadia estaba sentado en la oficina, el rostro pálido.
Delante de él había un pañuelo manchado de sangre.
La sangre era roja brillante, manchando todo el pañuelo.
Parecía que se había tosido mucho.
Habían pasado tres días desde que Julio Reed se fue.
¡Ahora tenía que tomar una decisión!
¡Salvar o no salvar!
—¡Gerente Leocadia! —Justo entonces, Adele Leocadia empujó la puerta y entró.
—Tos... —Se apoyó en la puerta, cubriendo su boca con la mano.
Una tos ligera.
Después, lentamente retiró su mano.
Goteo... La sangre roja brillante goteaba al piso a través de los espacios entre sus dedos.
