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—Hablemos de esto, tú... ¿por qué te estás quitando la ropa? —Las cejas de Julio Reed estaban firmemente fruncidas—. Te advierto...
—Calor... —Nelson soltó una ligera exclamación.
—¡Continúa! —Julio Reed agarró la toalla sobre la mesa y se cubrió los ojos—. Acordamos que después de beber el vino, no puedes molestarme.
—¿Cómo se atrevería esta humilde mujer... —Nelson se apoyó en la cama—. Hablemos de negocios.
—¡De acuerdo! —La garganta de Julio Reed se movió, sintiéndose un poco caliente.
Sediento.
Aumento del ritmo cardíaco.
Algo no está bien.
—El Trípode del Dragón Divino, de hecho, ya había desaparecido hace trece años —Nelson habló débilmente—. Y el responsable de proteger el Trípode del Dragón Divino era tu sirvienta personal, Isabella Warm.
—¿Quién? —¡Julio Reed se tensó en un instante!