—Tú... tú... tú... —Zane Percival estaba aterrado en el acto.
—¿Qué de mí? ¿Debo simplemente rendirme, ser humillado como un perro por ti? ¿Es eso? —Mirando al estupefacto Zane Percival frente a él, Julio Reed dijo con desdén—. Joven Maestro Percival, ¿verdaderamente creías que unos cuantos maleantes, blandiendo unas pocas cajas de armas desvencijadas, podrían capturarme, verdad?
—Yo... —La mente de Zane Percival estaba en blanco; no podía entender por qué la situación había resultado de esta manera. ¿No se suponía que esos hombres de negro que sostenían cajas de armas habían atado a Julio Reed firmemente?
—¿Me estás jodiendo? —Los miró a los hombres de negro frente a él, ¡su tono lleno de cólera! Su primer instinto fue pensar que estos hombres de negro le habían traicionado, que habían traído a Julio Reed solo para tenderle una trampa.