—¡Imposible! —Coby Marsh frunció el ceño y dijo—. Oficial, lo vi con mis propios ojos. Debe haber escondido el arma del asesinato para ahora. Un zorro tan astuto definitivamente adivinaría que llamaría a la policía.
Creía firmemente que este tipo de pensamiento era algo que cualquiera podría idear.
¿Quién sería tan tonto para seguir llevando el dardo en su cuerpo después de lanzarlo?
Y el oficial de policía a su lado parecía darse cuenta de esto también.
—Primero, detengan al sospechoso. ¡Ustedes vengan conmigo a revisar el video de la vigilancia! —Miró las cámaras que lo rodeaban—. ¡Si Julio Reed lanzó el dardo, el video de vigilancia lo habrá capturado!
Con tal de que vieran el video, la verdad sería clara.
Después de hablar, llevó a sus hombres hacia la sala de control en el tercer piso.
Todos en la escena señalaban a Julio Reed, y el aire estaba lleno de silencio.