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—Esto...
El camarero se quedó parado en su lugar, inseguro de qué hacer.
Era la primera vez que se encontraba con un cliente así.
¿Acaso no era toda persona que entraba un invitado valioso?
No podía permitirse ofender a ninguno de ellos.
Incluso si un cliente hacía las demandas más irracionales, tenía que aguantar.
En realidad, los pensamientos de Julio Reed eran bastante simples: después de todo, no había traído dinero consigo, y su relación con Itai Huntington era ambigua. ¿Cómo iba a gastar el dinero de otra persona?
Pero sucedió que Julio Reed había salido de casa ese día sin su tarjeta.
Esto era incómodo. Decidió que en el futuro, necesitaba llevar su cartera al salir.
—No hay problema, solo haz lo que te digo.
Julio Reed se levantó, le dio unas palmadas en el hombro al camarero y dijo:
—Continúa.
—No idea de dónde vino este pobre diablo; ¡probablemente entró a escondidas!
Un estudiante lanzó una mirada despectiva a Julio Reed y le dijo a su novia: