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—¿Cómodo? —Sheridan Isolde solo quería encontrar un lugar tranquilo para descansar por un rato.
—Pero sabía que eso era pura ilusión.
—Sheridan Isolde, ¿quieres vivir? —Julio Reed se agachó y preguntó suavemente.
—¡Sí! —sin ninguna duda, la cabeza de Sheridan Isolde se movía como la de un pájaro carpintero.
—¡Quería desesperadamente vivir!
—Aquí en Ciudad González, rodeado por un montón de desesperados, Sheridan Isolde estaba realmente asustado.
—¿Quieres vivir? Eso es fácil. —con un gesto de la mano de Julio Reed, un miembro del personal trajo inmediatamente una silla.
—Llama a tu familia, paga el rescate. —se sentó en la silla con una pierna cruzada sobre la otra y le entregó el teléfono de la cama a Sheridan Isolde.
—El teléfono no tiene señal... —Sheridan Isolde no había terminado de hablar cuando vio que la señal del teléfono se había restaurado a plena potencia.