—¡Habla más despacio, dónde estás ahora mismo! —La cara de Julio Reed se hundió de repente al oír la llamada de auxilio de Aron Jackson. ¡En Ciudad Gonzalez, alguien que se atreve a atacar descaradamente a Aron Jackson definitivamente no sería poca cosa! Combinando esto con el encuentro con el hombre de las gafas de sol, tuvo la vaga sensación de que el oponente de esta vez no era un asunto simple.
—¡Jefe, estoy en la Autopista Río Leopold! El oponente es formidable, ¡y todos ellos son altamente capacitados! —La respiración de Aron Jackson se volvía más y más pesada, indicando claramente que estaba en considerable peligro.
—¡Espera por mí! —Después de colgar el teléfono, Julio Reed se volvió hacia el hombre a su lado y preguntó:
— ¿Cuántos de ustedes del Pabellón Willson vinieron esta vez?
—¡Cinco! —El hombre extendió una mano, hablando con certeza.
—¿Pueden cinco de ustedes garantizar la seguridad de mi esposa? —Julio Reed lo miró a los ojos, preguntando palabra por palabra.