—¡Clang!
—La espada de Nelson se clavó en el suelo, a menos de medio metro de Adam Martin.
—¡Clavada en la tierra!
—¡Doncella sagrada! ¡Él te insultó!
—¡Adam Martin estaba algo disgustado!
Aunque lo habían golpeado hasta dejarlo hecho pulpa, ¡la doncella sagrada era la cara pública de la Montaña Azul!
Ella era el futuro de la Montaña Azul.
Si alguien se atrevía a insultar a la doncella sagrada, ¡juraban defenderla hasta la muerte!
—¿Cómo me insultó? —preguntó Nelson, frunciendo el ceño.
—¡Te hizo pasar por una amante! —respondió Adam Martin levantando la vista, apretando los dientes—. La Doncella Sagrada de la Montaña Azul, un ser que muchos codician pero no pueden tener, ¿que él la insulte así?
—¡Ser una amante fue mi propia iniciativa! Y él no estuvo de acuerdo —contesto Nelson, descontento.
—¡Si no quieres morir, entonces cállate! —gritó Nelson.
—¡Doncella sagrada!