Anna no podía entender por qué Noah no estaba con ella. Estaba demasiado nerviosa para unirse a los demás en el desayuno. —Anna, céntrate —masculló con los dientes apretados y estaba a punto de entrar cuando escuchó.
—¿Qué haces aquí parada? —Se giró para mirar a Noah y al Anciano Vincent detrás de ella. Anna sonrió al ver las caras conocidas. No sabía si llorar o abrazarlos a ambos ya que estaban aquí.
—¿No me dirás que quieres saltarte el desayuno? —preguntó Noah y ella negó con la cabeza.
—Yo... yo estaba a punto de entrar —dijo—. ¿Dónde has estado?
—Con Abuelo, tenía que asegurarme de que no lastimara al doctor que vino a revisarlo.
—¡Tú! —Vincent gritó a su nieto que soltó una ligera carcajada. A este chico convertido en hombre le gusta provocarlo cada vez que puede.
—Ya te dije que no le haría daño al médico nunca más. Me estoy tomando mi salud en serio, especialmente porque todavía tengo que ver a mis nietos —dijo con una sonrisa.
