Cuando Paul vio a Janjan, sus ojos se abrieron de par en par, no esperaba que esta mujer grosera fuera a quien tenía que cuidar. Si Noah le hubiera dicho que Janjan era la persona, habría rechazado inmediatamente.
Estaba listo para enfrentar las consecuencias, cualquier cosa era mejor que pasar el resto de su día con esta mujer grosera.
—Por favor, venga por aquí, señora, tenemos que alcanzarlos —dijo educadamente para recibir una mirada de desagrado de Janjan.
—Usted no me da órdenes, puedo ir donde quiera cuando quiera —declaró ella poniendo sus manos sobre su pecho mientras se paraba rígida en su lugar. Paul apretó los dientes. Sabía que esta mujer sería un dolor de cabeza, esta es la razón por la que no quería cuidar a nadie en primer lugar.
—Nos están dejando, señora —advirtió, pero Janjan no se movió de donde estaba.
—¿Y de quién es la culpa? —preguntó Janjan.