Ava, por primera vez en su vida, se quedó sin palabras. La confianza que había vestido como una armadura se desmoronaba bajo el peso de las palabras de Anna.
—No tienes idea de lo que cuesta llegar a donde estoy —dijo Anna, su voz volviéndose de nuevo en ese calmo, casi aterrador peligro—. No tienes idea de los sacrificios, el trabajo, las batallas que he librado para construir esto. Y ciertamente no tienes ningún derecho a estar ahí parada y cuestionar mi integridad cuando no has hecho otra cosa que abrirte paso a costa de los demás para sentirte mejor contigo misma.
El rostro de Ava palideció, su habitual arrogancia desvaneciéndose. Había subestimado a Anna, y ahora sentía la plena fuerza de lo que ese error le costaría.