—Hah… hah… —Ari intentaba calmarse mientras miraba sus manos temblorosas. El sudor cubría toda su cara y sus instintos le decían que huyera, quería girar sobre sus pies y luego alejarse pero…
—No puedes. Si huyes, ¿qué te pasará? —se preguntaba.
—¿Vas a decepcionar más a tus padres? Ya eres una decepción, Ariana. ¿Cuánto más los decepcionarás?
—Deberías estar agradecida de que incluso estén dispuestos a aceptar a un monstruo como tú como su familia.
—Sabes lo que eres.
—Sabes lo que está encerrado en la habitación, ¿verdad?
—Un demonio. Eso es lo que eres.
—¿No recuerdas lo que hiciste? —Ari tragó fuerte. El silencio que la rodeaba se estiraba amplio, incluso podía oír el canto de las cigarras.
Sin embargo, el interior de su cabeza era tan malditamente ruidoso que sentía como si su cabeza estuviera a punto de explotar. Su cabeza palpitaba y Ari sentía que sus ojos se volvían borrosos, se sentía débil mientras el pánico arañaba el interior de su corazón.