—¡Por favor, suéltenos! —una de las mujeres en la multitud ya no pudo contenerse y suplicó al hombre que se había vuelto loco—. Realmente no sabíamos que ella estaba relacionada contigo. Si lo hubiéramos sabido, jamás la habríamos tocado. Fue Arabella quien nos mintió.
Nicolai lanzó a la mujer, que estaba a un suspiro de morir. La muerte era demasiado simple. Quería que estas personas perdieran todo lo que les era querido. Una sonrisa se dibujó en los labios de Nicolai mientras se volvía hacia la mujer.
—No tenían ni idea, y aun así, parecían causar problemas a la señorita Harlow como si supieran mejor que nadie.
—Por favor... por favor, ¡no la tocamos! Nunca la molestamos en primer lugar, fueron ellos los que la lastimaron —suplicó uno de los hombres. Estaba cerca de arrodillarse mientras observaba a Nicolai con cautela.