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Ari miró a su yo adolescente, que estaba atada a la silla, con el ceño fruncido en su rostro. Levantó la cabeza y miró la escena que la pequeña Ari estaba viendo y se quedó atónita al ver lo que estaba ocurriendo frente a ella.
Frente a ella había una cama, y en esa cama estaba el hombre enmascarado al que su madre llamaba Maestro Román. Pero no estaba solo. Junto a él había una mujer que lo montaba; mientras que el rostro de la mujer estaba de espaldas a Ari, el hombre la miraba.
Parecía estar sonriendo mientras miraba la expresión pálida y enfermiza en el rostro de la pequeña Ari. Y ella le oyó decir: "¿Estás celosa, querida?"
—No te preocupes, aprende bien estas lecciones. Porque algún día tendrás que servirme justo de esta manera —dijo el hombre a su yo adolescente, que no tenía más de quince años de edad.