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Así que justo cuando el café terminó de colar en su taza, Nicolai envió un mensaje a Ari que la molestaría y la haría imposible ignorarlo.
—Entonces, estaba pensando —dijo Nicolai—, ¿te caíste esta mañana? Con todos los problemas que tuviste ajustando mi tamaño y todo.
Tardó tres minutos en leer el mensaje y justo cuando Nicolai se preguntaba si lo iba a ignorar, pero —entonces de nuevo, si su Pallas no lo sorprendiera, no sería su Pallas, ¿verdad?
Dos segundos después, ella le respondió.
—Cuidado, Señor de Luca —escribió Ari—. Se te está viendo el narcisismo.
Era tan malditamente adorable. Era engreída, pero aún así era linda. Nicolai podía imaginársela mirando el mensaje como esperando ponerlo en su lugar siendo toda correcta y apropiada.
—¿Qué pasa? ¿No me vas a llamar Nico, como hiciste anoche? —envió otro mensaje Nicolai.
—No veo la necesidad —respondió ella.