Pero
Nicolai entrecerró los ojos. Su memoria podría ser la peor de todas, pero recordaba al perro de las Serpientes diciéndole a su compañero que no estaba permitido matar ni herir a Ariana.
—¿Por qué, sin embargo? —Los ojos de Nicolai se posaron en la cara de la mujer que dormía tranquilamente a su lado. Sus ojos brillaron con un destello burlón mientras acomodaba la cabeza de Ariana en sus hombros antes de girarse para mirar a Patrick.
—Pat —lo llamó, y el hombre se volvió para mirarlo a través del espejo retrovisor.
—¿Qué, Nico? —preguntó.
—¿Podrías investigar algo para mí? —Nicolai le dijo a Patrick mientras pasaba los dedos entre el pelo de Ariana, quien murmuró algo antes de enterrar su cara en su cuello.
Y si Nicolai no se tensó como un gato al que pisan catnip, entonces que le cambien el nombre. Estaba dispuesto a admitirlo porque sí se tensó, y tanto que hasta bajó la velocidad de su respiración.