—El clima estaba frío y Ariana acababa de terminar de limpiar la encimera de la cocina. Le dolía la cabeza mientras olfateaba una y otra vez.
—¿Será que me ha dado fiebre? —murmuró Ariana para sus adentros mientras levantaba la mano y la colocaba en su frente. Pero su mano estaba tan caliente como su frente y Ariana no notó nada fuera de lo común.
—Debería ir a usar un termómetro. —Se olfateó y se dijo a sí misma.
Con un movimiento de muñeca, Ariana tiró la servilleta usada al basurero antes de girar sobre sus pies y alejarse.
Sus pies se sentían pesados mientras subía las escaleras y para cuando llegó a la habitación donde se hospedaba, Ariana estaba segura de que iba a perder el conocimiento.
—Mi cabeza me está matando —murmuró Ariana al empujar la puerta para entrar a su habitación. Con piernas tan rígidas como su nariz congestionada, caminó hacia el gabinete y abrió el segundo cajón.