—Regina —Inez saludó a la mujer con voz cortante. No elevó su voz ni le dio el placer a la mujer de ver su estado de locura.
—¿Cómo estás? —preguntó Regina como si fueran íntimas amigas—. La última vez que te vi fue hace tres meses, ¿estoy en lo cierto?
—No sé —respondió Inez mientras pasaba junto a Regina—. Tengo la mala costumbre de olvidar a quienes son insignificantes para mí. Su largo cabello rubio se agitaba detrás de ella como los encantadores pétalos de las rosas barridos por su valiente figura.
Nadia y Zena siguieron a Inez sin siquiera mirar a Regina cuyo rostro se volvió lívido. ¿Por qué esta mujer seguía siendo tan orgullosa? ¿De qué podía estar orgullosa?!
Dentro del invernadero, la Señora Nelson hablaba con el resto de las mujeres.