Nicolai balanceó los puños sobre su cabeza antes de lanzarlos rectos a cada lado de la pequeña cosa molesta.
Justo tenía que arruinarlo. Ahí estaba él, anhelando y sufriendo por más de su tacto y sabor mientras esta mujer seguía tan terca como una roca. ¿En realidad iba a llamarle algo muy grosero, cierto?
La miró fijamente, y le produjo una pizca de satisfacción al verla tropezar y mirarlo con confusión escrita en su rostro. La neblina en sus ojos se había ido y reemplazado con cautela mientras lo observaba.
—Parece que has olvidado tu lugar, señorita Harlow —Nicolai declaró con voz fría mientras alcanzaba y luego sujetaba fuertemente su mandíbula con sus dedos—. Yo fui el que te ayudó cuando lo necesitaste pero no olvides que aún soy tu acreedor, si te atreves a llamarme nombres que no deberías, arruinaré tu mundo. ¿Capice?