Ari cerró los ojos. Se preguntaba cuánto tiempo tardaría en llegar la ambulancia. Se giró para mirar a Arabella, quien parecía complacida por las palabras que le había dicho.
—Hay efectivamente otra razón por la que lo hago —respondió Ariana, sus acciones y tono mucho más elegantes que los de las mujeres que tenían delante, aunque fueran ellas las que provenían de un fondo y una familia mucho más ricos que Ariana.
Viendo que Ariana no se inmutaba, Arabella la encontraba aún más desagradable. Todavía no había olvidado cómo esta mujer pinchó las cuatro ruedas de su coche, que además era una edición limitada.
—Oh, ¿es así? Entonces, por favor, cuéntanos qué razones tienes —preguntó Arabella con una pequeña risa burlona.
Ariana sonrió a la mujer antes de responder —La bondad. No cuesta mucho ser amable. Deberías intentarlo también, señorita Arabella. Ser amable no te costaría nada de hecho, sólo recibirías las bendiciones de aquellos a quienes ayudas.