Ariana estaba luchando en ese preciso momento, y luchaba por su vida porque no podía respirar en ese instante. Podía sentir una sensación familiar, la misma que había sentido cada vez que Ariana intentaba ir en contra de las enseñanzas que su madre le había dado.
Dedos como tentáculos estaban envueltos alrededor de su garganta y se clavaban en su piel. Era imposible hablar y mucho menos respirar.
—Eres un producto defectuoso, Ariana, solo escuchándome puedes llevar una vida normal —esos ojos salvajes la miraban mientras su madre la sujetaba por la garganta—. No me decepciones. Nunca hagas nada fuera de lo normal, Ariana.
Esas palabras resonaron en su cabeza provocando que Ariana se rigidizara aún más. Cuando Ariana levantó la mano para tocar su cuello, obviamente no había nada, pero el terror que sentía era real.
—¿Ari? Te ves bastante pálida —dijo Cole mientras la sujetaba por los hombros para sostenerla—. Sigue mi guía, inhala profundamente y luego exhala profundamente. Mírame.