—Has olvidado bastantes cosas, Marcia —el hombre chasqueó la lengua—. ¿Creo que todos los errores que has cometido también se debieron a que tenías algo en mente? —Mientras hablaba se acercó un paso más a la señora Harlow, quien se echó un paso atrás.
Ella miró alrededor y se dio cuenta de que estaba completamente atrapada. Con dos paredes a sus lados y una en su espalda, solo había una apertura por la que podía escapar.
Pero incluso esa apertura estaba cerrada porque el Maestro Román estaba allí.
—Maestro Román, sé que está molesto, pero le prometo que le entregaré a esa niña bajo cualquier circunstancia ——¡ah! —Un grito de agonía se escapó de sus labios mientras caía al suelo. La señora Harlow no entendía qué estaba pasando, pero al tocar su mejilla que ardía e hinchaba, se dio cuenta de lo que acababa de suceder.
—M...maestro Román —la señora Harlow exclamó—. No esperaba que el hombre la abofeteara y mucho menos, tan fuerte que la hizo perder el equilibrio.