La Señora Harlow sintió como si le hubieran abofeteado la cara. A pesar de ser la verdad, no esperaba que Ari lo dijera tan directamente. La dulce y afectuosa sonrisa en su rostro se esfumó y fue reemplazada por una expresión severa.
—Deja de hacer tonterías, Ariana —le dijo la Señora Harlow—. No importa lo que hagas, nunca serás más que una limpiadora en un restaurante o un bar.
Con una burla desdeñosa, la Señora Harlow continuó:
—Sé que estás celosa de tu hermana. Pero ¿cuál es el punto de tener celos? Ella nació con suerte y encanto, mientras que tú naciste sin nada.
—Aunque intentes competir con tu hermana hasta tu último aliento, jamás serás digna ni siquiera de cargar sus zapatos. Así que ríndete mientras todavía tienes tiempo, no sea que te humilles a ti misma.
Después de terminar de hablar, la Señora Harlow sacó pecho como si el hecho de que Ariel fuera rica, popular y carismática tras pisotear los sueños y esperanzas de sus hermanos fuera algo que se debiera alabar.