—Sabes que por un momento, quise ahogarme en el éxtasis de que realmente viniste a ver cómo estaba y no buscar otra excusa para venir a pedir un favor. ¿Crees que soy un tonto, Selene? ¿En tus más locas imaginaciones parece que no sé lo que estoy haciendo? ¿Es eso lo que te parece porque tienes que dejarme saber qué te hace tan descarada al punto de que no te importa si estás hiriendo mi corazón con todo lo que haces?
—¡Por el amor de Luna, Noé! —ella suspiró—. ¿No hemos tenido suficiente de esta discusión hoy? ¿No estás cansado de decir lo mismo una y otra vez? ¿Qué quieres de mí que te demostrará que en verdad me preocupo por ti y que esta narrativa que tienes de mí en tu cabeza de que soy una sanguijuela es falsa?