Kael estaba absorto en su teléfono, leyendo su novela ligera. Aunque objetivamente no era una obra destacada, lograba mantenerlo entretenido. Las voces de sus compañeros resonaban a su alrededor en un murmullo constante; el profesor había salido a atender unos asuntos, y la última hora de clase se había convertido en un período libre, permitiendo que cada quien hiciera lo que quisiera.
Kael se quedó en su asiento, concentrado en su lectura. La novela, por mediocre que fuera, era su refugio. Sin embargo, ese refugio estaba siendo invadido por el matón de la clase, Araki, acompañado por sus estúpidos amigos y su novia. Se acercaron a su mesa con intenciones evidentes de molestar.
Las risas y las bromas de sus compañeros se volvieron más ruidosas a medida que se acercaban. Kael levantó la vista con una mezcla de molestia y resignación, preparándose mentalmente para el inevitable enfrentamiento.
—Mira quién está aquí, perdido en su librito —se burló Araki, el líder del grupo, con una sonrisa maliciosa en el rostro.
Kael suspiró internamente, deseando que el tiempo pasara más rápido para que la clase terminara y pudiera irse a fumar o encontrar a alguien con quien pasar el rato.
—¿Qué quieres, Araki? —dijo molesto, apagando su teléfono y guardándolo en su bolsillo.
—Oh, ¿y desde cuándo tienes permiso para usar mi nombre? —respondió Araki con desdén.
—No conozco tus estúpidas costumbres o las idiotas reglas de tu país de mierda, así que te llamo por tu estúpido nombre —dijo Kael, mirándolo directamente a los ojos. Kael sabía, y ya había comprobado, que Araki podía ganarle en una pelea, pero no le importaba. No era como los demás maricas que se dejaban intimidar.
Araki levantó una ceja, sorprendido por la audacia de Kael. El silencio que siguió fue breve pero intenso, hasta que Araki rompió la tensión con una risa burlona.
—Eres un caso perdido, Kael. ¿Qué encuentras tan fascinante en esos libros de fantasía barata? —preguntó, tomando el teléfono de Kael sin su permiso y deslizando la pantalla.
Kael lo observó con los ojos entrecerrados, sintiendo cómo la rabia comenzaba a arder en su interior. Se levantó lentamente de su asiento, manteniendo su mirada fija en Araki.
—Devuélveme mi teléfono, cabrón —dijo Kael con una voz firme y contenida.
Araki lo ignoró, revisando el contenido de la novela y riéndose a carcajadas con sus amigos.
—Mira esto, chicos. ¡El estupido depresivo reencarno! ¡Qué original! —exclamó, su tono cargado de sarcasmo.
Kael dio un paso adelante, acortando la distancia entre ellos.
—Araki, no me hagas repetírtelo. O, ¿quieres que te enseñe las conversaciones que tengo con tu puta madre? Tal vez me envíe un mensaje diciendo que quiere que me la vuelva a follar y darle un hijo menos idiota —dijo con una sonrisa burlona. Parte de esto era cierto; Kael se había acostado con la madre de Araki, pero el idiota no lo sabía.
Araki se volvió hacia él, su sonrisa desvaneciéndose mientras la tensión aumentaba.
—¿Qué dijiste, hijo de puta? —replicó desafiante.
—La puta es tu madre, no la mía —se burló Kael sin dejar de sonreír.
Araki lo abofeteó, pero antes de que Kael pudiera responder o que alguno de los dos hiciera algo más, uno de los amigos de Araki, quizás notando la gravedad de la situación, intervino.
—Vamos, Araki, solo es un estúpido mestizo. Devuélveselo y vámonos, recuerda que te amenazaron con expulsarte si volvías a pelear dentro de la escuela. Este idiota no vale la pena —dijo, intentando calmar los ánimos.
Araki lanzó una última mirada desafiante a Kael antes de tirar el teléfono de Kael al piso. Kael lo recogió sin dejar de ver a Araki.
—Nos veremos luego, hijo de puta —murmuró Araki antes de darse la vuelta y alejarse con su grupo. La novia de Araki, Akane, le dio una pequeña sonrisa a Kael, que él devolvió. Akane también se había acostado con Kael y le encantaba cuando lo hacían.
Kael miró a Araki y su grupo alejarse, la rabia aún ardiendo en su interior. Pero no podía evitar sentir una pequeña satisfacción al ver la tensión en los ojos de Araki. Guardó su teléfono y se sentó de nuevo, tratando de calmarse y volver a su lectura, aunque sabía que sería difícil concentrarse después de lo ocurrido. El murmullo de la clase continuó, pero Kael se sentía aislado en su propia burbuja de enojo y frustración. Se tomó un momento para respirar profundamente, concentrándose y calmándose.
Después de un rato, sonó la campana que indicaba el final del día escolar. Kael recogió sus cosas y salió del aula, consciente de las miradas de algunos de sus compañeros, curiosos por el altercado con Araki.
Al salir del edificio, Kael encendió un cigarrillo cuando ya estaba lejos de los terrenos de la escuela y se dirigió a sus lugares habituales. Iría a perder el tiempo en la zona céntrica, comería algo cuando tuviera hambre y después esperaría la noche en el parque que estaba cerca de su edificio, donde recientemente se había mudado. Mientras exhalaba el humo, reflexionó un poco sobre su vida, que en simples palabras era una mierda. Para empezar, no tenía un buen futuro si se ponía introspectivo y la verdad, para empeorar las cosas, no le importaba ciertamente era alguien codicioso y ambicioso, pero era mucho mas perezoso y pesimista, talvez si fuera rico o algo asi dejaria su pesimismo y flojera. Además esta el detalle que era un puto ninfomano adicto a follar desde que su madre lo abusó, que para variar jodio aún mas su vida, su relación con su madre se volvió un síndrome de Estocolmo al que ya se acostumbró, a veces lo odiaba, se odiaba, no supo que hizo para merecer eso, siempre se lo preguntaba pero nunca tuvo una respuesta, y para empeorar lo que le quedaba de cordura le estaba gustando cada vez mas, cada dia anhelaba eso, su toque, estar dentro de ella, y le daba asco, se daba asco a el mismo. De hecho, no sabia quien estaba mas estaba jodido de la cabeza.
Su madre, una abogada relativamente exitosa que prácticamente ya no le importaba la moral y la decencia y lo abusaba cada dia y mas seguido o el, por que le estaba gustando y lo anhelaba. Desde que tiene memoria, ella era más una adolescente en el cuerpo de una adulta, y para peor, se volvió su relación cuando, borracha como casi siempre después de una de sus salidas, entró a su habitación y lo abusó. Dijo que nunca volvería a ocurrir, pero aquí estaba, diez años en esa relación y se odiaba por eso, ya que no podía y ya no quería escapar. Se volvió un adicto a tener sexo, la moralidad en él desapareció hace años y su cabeza estaba tan jodida que tendría que estar en un maldito psiquiátrico.
Perdido en sus pensamientos, no notó la presencia de Akane hasta que ella habló.
—¿Te encuentras bien? —preguntó ella, con una voz suave y preocupada.
Kael levantó la vista y vio a Akane de pie frente a él, con una expresión de genuina preocupación en su rostro. Aunque sabía que su relación era básicamente de maestro y esclavo, ella se preocupaba por él como una verdadera novia. Akane, un día, se dio cuenta de que grabó una paliza que casi lo mata, así que se ofreció a hacer lo que él quisiera para que borrara el video. Kael dijo que quería solo una noche de sexo, pero por lo visto Araki era muy pequeño y no sabía cómo complacer a una mujer. La volvió loca y, aunque borró el video enfrente de ella, ella prácticamente le rogó que siguiera. Básicamente la dominó y la hizo suya.
—Estoy bien —respondió desinteresado.
Akane dio un paso adelante y lo miró a los ojos, le acarició con suavidad el golpe que le dio Araki.
—No te preocupes por Araki. Sé que es un idiota, pero yo estoy aquí para ti —dijo ella, colocándose de puntillas y besándolo.
Kael respondió al beso de Akane con apatía. Ella era solo una distracción, nada más que una mujer con la que se acostaba de vez en cuando, y más que nada, lo hacía como una venganza contra el idiota de su novio.
—¿Quieres ir a algún motel? —dijo Akane separándose ligeramente de él con una sonrisa sugerente—. Araki dijo que se iría con sus amigos, así que no tengo que estar con él.
Kael iba a aceptar, después de todo estaba enojado y quería desestresarse con la novia del idiota que lo golpeó, pero le llegó un mensaje y al revisar vio que era de su madre, que decía: "Ven a casa cariño, tu mami hoy está libre y lo quiere pasar con su lindo bebé." Esto lo hizo temblar ligeramente sabiendo el doble significado, pero esa dependencia volvió a él y sin oponerse apagó su teléfono y miró a Akane con una pequeña sonrisa.
—Tal vez luego —respondió acercándose a su oído y hablándole en voz ronca—. De todas formas, aún tengo que castigarte por lo que me hizo tu novio.
Kael le dio una nalgada que resonó por la calle poco transitada pero que aún así captó algunas miradas. Akane solo se sonrojó y asintió, sumisamente.
Kael dejó a Akane y comenzó a caminar hacia su casa. Se daba asco; sabía lo que iba a pasar y aun así se fue. "Maldito Estocolmo", pensó, aunque sabía que no era eso. Tal vez ya estaba roto mentalmente. Anhelaba el abuso, anhelaba ese toque que le dio asco la primera vez. Kael se recriminaba mientras tomaba el camión que lo llevaba a su hogar.
Se sentó en un asiento del autobús y cerró los ojos, frustrado. Los pensamientos lo inundaban. Su madre, con esa dependencia enfermiza, siempre había tenido un control sobre él que odiaba y a la vez anhelaba. Cada vez que ella lo llamaba, era como si una parte de él volviera a ser el niño indefenso que buscaba su aprobación.
La frustración y el enojo crecían dentro de él. Se sentía atrapado en un ciclo del que no podía escapar. Se preguntaba si alguna vez podría liberarse de ese vínculo tóxico, mas bien si quería liberarse de eso, ¿Lo quería? ya era un maldito adicto, un dependiente emocional. Las luces de los autos pasaban a su alrededor, pero él estaba perdido en sus pensamientos.
Pero de repente, el sonido de un claxon lo sacó de su ensimismamiento. Antes de que pudiera reaccionar, sintió un impacto brutal. Un coche había chocado contra el camión en el que viajaba, lanzándolo fuera del vehículo y estrellándolo contra el pavimento. El dolor era insoportable, se extendía por todo su cuerpo, desde su rostro hasta sus piernas. Trató de moverse, pero sus extremidades no respondían, le ardía el rostro y sintió como la sangre le escurría por todo el cuerpo. La oscuridad comenzó a invadir su visión, y lo último que escuchó fue el sonido de una sirena de ambulancia acercándose rápidamente. Pero eso ya no importaba, sintió cómo todo se oscurecía y después, nada...
Por un momento, se sintió en paz; su ira, su miedo, su ninfomanía se perdieron momentáneamente, pero pronto sintió cómo todo regresaba, y aún más fuerte. Sintió cómo unas manos tomaban su cabeza, le dio miedo, le dio terror. Trató de hacer algo, pero no se podía mover, casi no podía respirar hasta que sintió cómo lo jalaban con fuerza. Pataleó, lloró y manoteó, pero las manos lo tomaban y lo envolvían en algo, y escuchó cómo hablaban en un extraño idioma que, por alguna razón, entendió.
—Felicidades, mi señora. Ha dado a luz un varón, y por lo visto, es fuerte y vigoroso como nuestro duque, mire, nació bien dotado —dijo una voz emocionada.
La confusión de Kael creció. No entendía dónde estaba ni qué estaba ocurriendo. El dolor físico que lo había consumido momentos antes parecía haberse disipado, pero el miedo y la confusión persistían. Abrió los ojos y lo que vio no tenía sentido: una habitación opulentamente decorada, con tapices ricos y muebles antiguos. Personas vestidas con ropas que parecían sacadas de un cuento de alguna pelicula o serie medieval de alto presupuesto, todo limpio y elegante, lo observó con ojos curiosos y alegres.
Kael trató de hablar, de preguntar qué estaba pasando, pero solo logró emitir un débil llanto. Una mujer con una apariencia débil y vulnerable, que debía ser la "señora" a la que se referían, lo miró con ternura. Sus grandes ojos dorados lo observaban con una mezcla de amor y agotamiento. La mujer, con sus largos cabellos dorados cayendo en cascada sobre sus hombros, parecía irradiar una luz cálida y maternal. La suavidad de su mirada contrastaba con el lujo de su entorno.
—Mi bebé, mi pequeño bebé —dijo ella con una sonrisa tierna, mientras lo tomaba con delicadeza y lo acercaba a su pecho. Kael pudo sentir sus grandes pechos presionándose contra su cara, la calidez de su piel y la suavidad de su tacto. Era un contraste sorprendente con el frío y el dolor que había sentido momentos antes—. Eres tan lindo como tu mami.
Kael intentó procesar lo que estaba ocurriendo. El dolor y la confusión de su accidente automovilístico parecían lejanos e irreales en comparación con la intensidad de las sensaciones presentes. Sentía el calor del cuerpo de la mujer, el aroma suave y dulce de su piel, y algo en su interior comenzó a despertar. Sus pensamientos, aunque borrosos, se llenaron de una mezcla de curiosidad y deseo.
La mujer por indicaciones de las nodrizas comenzó a amamantarlo, se saco uno de esos jugosos pechos con un rosado y delicioso pezon, y se lo acerco tan cerca tan tentador que el contacto directo con su pecho envió una oleada de sensaciones por su pequeño cuerpo. Su mente adulta, atrapada en el cuerpo de un recién nacido, luchaba por comprender y controlar los impulsos que surgían. Cada caricia, cada palabra susurrada por ella lo hipnotizaba, solo disfruto de ese rosado pezón entre su boquita.
A medida que lo sostenía, Kael empezó a notar una mezcla extraña de sensaciones. La calidez del cuerpo de la mujer lo envolvía, y el contacto con sus senos le provocaba una sensación extraña, algo que no debería sentir un recién nacido. Trató de calmar su mente, pero sus pensamientos lascivos regresaban con fuerza. No era la primera vez que su mente se llenaba de ideas inapropiadas, pero nunca había estado en un cuerpo tan pequeño y vulnerable.
Los minutos pasaron y Kael comenzó a adaptarse lentamente a su nueva situación mientras era amamantado por la mujer. Observó a las personas a su alrededor con atención, tratando de comprender más sobre este nuevo mundo. Cada detalle de la habitación, cada expresión en los rostros de quienes lo rodeaban, lo fascinaba y aterrorizaba a la vez. La mujer que lo sostenía continuaba murmurando palabras cariñosas, y él no podía evitar sentirse atrapado entre su antiguo yo y este nuevo ser indefenso.
Mientras se alimentaba, Kael no podía evitar sentir una mezcla de sensaciones. Sus pensamientos lascivos luchaban por abrirse paso, pero su situación actual lo mantenía en un estado de confusión. El contacto con los pechos de la mujer, su calidez y suavidad, despertaban en él un deseo insoportable por no ser alegado de ellos.
—Mi bebé precioso —susurraba la mujer mientras lo acunaba—. Eres todo lo que siempre quise.
En medio de su confusión y su esfuerzo por adaptarse, algo que la mujer murmuró lo impactó profundamente.
—Espero que las otras zorras solo tengan hijas —dijo en un susurro.
Kael se sintió desconcertado y alarmado por la crudeza de sus palabras. ¿Qué clase de mundo era este? Intentó concentrarse y entender más sobre su entorno. La mujer que lo sostenía tenía una expresión de ternura, pero sus palabras revelaban una rivalidad amarga. Kael comenzó a darse cuenta de que había mucho más en juego de lo que podía ver.
Mientras la mujer lo sostenía, un hombre imponente entró en la habitación. Tenía una presencia autoritaria y una mirada intensa que hizo que Kael sintiera un escalofrío. El hombre se acercó y observó al bebé con una mezcla de orgullo y curiosidad.
Mientras la mujer lo sostenía, un hombre de cabello rubio, grande, robusto y musculoso, entró en la habitación. Las mujeres a su alrededor se inclinaron en muestra de sumisión y dijeron en un murmullo reverente:
—Mi señor duque.
Tenía una presencia autoritaria y en sus ojos azules mantenía una mirada intensa que hizo que Kael sintiera un escalofrío. El hombre se acercó y observó al bebé con una mezcla de orgullo y algo que Kael no comprendió del todo.
—Mira, amor, es nuestro hijo —dijo la mujer, levantando la vista hacia el hombre.
El hombre sonrió, aunque había algo en su mirada que lo intrigaba. Tomó a Kael de los brazos de la mujer y lo acunó con manos firmes y seguras.
—Otro hijo sano y fuerte. Te felicito, eres la quinta que me da un varón —dijo con una sonrisa mientras lo miraba.
—Draven Rarnsa, mi sexto hijo —anunció con una voz imponente, pero sus ojos lo miraron con curiosidad—. Partera, ¿por qué el niño no llora? Los otros lloraban cuando los cargaba. Y ¿por qué me ve con esos ojos? Es como si me entendiera.
La partera, una mujer de aspecto cansado se acercó con cautela.
—Mi señor duque, a veces los niños nacen diferentes, pero esto no significa que algo esté mal. Quizás es muy inteligente y solo está observando y aprendiendo de lo que ve —dijo con respeto.
Kael, atrapado en el cuerpo de un bebé, trató de no dejarse llevar por el pánico. Sentía la mirada intensa del duque sobre él, como si estuviera tratando de descifrar su alma. Intentó calmarse, recordándose que debía adaptarse a esta nueva realidad.
El duque finalmente apartó la mirada, satisfecho, y le devolvió el bebé a la mujer.
—Será un niño fuerte y astuto, lo veo en sus ojos. Felicidades, mujer, me diste una buena cría —dijo el duque, devolviéndolo a la mujer y marchándose sin mirarlo a él o a ella una vez más.
Mientras la mujer volvía a acunar a Kael, él no podía dejar de pensar en las palabras del duque y en la extraña realidad en la que se encontraba. «Joder, ¿entonces reencarné como en esas novelas mediocres que leía para pasar el tiempo? Joder, espero que al menos se permitan los harems o el incesto, porque carajo como lo estaba excitando esa mujer rubia».
La mujer, ajena a la tormenta de pensamientos en la mente del bebé, lo sostenía con ternura, acariciando suavemente su cabeza. Kael, sintiendo la calidez de su cuerpo, trató de concentrarse y evaluar su situación. Si realmente había reencarnado, no le importaba, era delicioso estar en los brazos de esa hermosa mujer.
Mientras su madre lo acunaba y lo arrullaba, entraron unas sirvientas que se inclinaron en forma de respeto ante su madre.
—Mi señora, vengo con noticias, dicen que la tercera consorte está furiosa porque ha tenido otra hija —dijo una de las sirvientas con tono chismoso.
La madre de Kael, levantando la vista con una sonrisa satisfecha, respondió:
—¿Otra hija? Pobre ramera. No entiendo cómo aún cree que puede competir con las mujeres de alta cuna como yo y para mi desgracia las otras cuatro zorras de este castillo.
La sirvienta asintió, bajando la cabeza. Kael, con sus ojos aún aprendiendo a enfocar con sus nuevos ojos, observo a su madre con curiosidad. Era evidente que su madre, aunque amorosa con él, tenía una naturaleza fría y calculadora con los demás.
—¿Y qué más se dice por el castillo? —preguntó la mujer, ajustando la manta alrededor del bebé para mantenerlo cálido.
—Mi señora, se rumorea que el duque planea una celebración para el nacimiento de sus hijos varones —respondió otra sirvienta, con una ligera inclinación.
—Oíste Draven, te van a hacer una fiesta —dijo la mujer con tono cariñoso y amoroso. Kael solo la miró con sus grandes ojos y se pegó a sus pechos, buscando consuelo y alimento. Su madre soltó una risa suave y lo acomodó mejor para amamantarlo.
—Eres un pequeño glotón, Draven. Vas a ser muy vigoroso seguramente cuando crezcas —dijo la mujer con tono cariñoso y amoroso, dándole su rosado pezón para que lo amamantará.
Mientras Kael se alimentaba, la conversación entre las sirvientas y su madre continuaba.
—Dicen que el Duque está especialmente complacido con usted, la novena y la segunda consorte, mi señora, por haberle dado hijos varones —comentó la primera sirvienta.
—Y con razón —replicó la madre de Kael, con una sonrisa de satisfacción—. Después de todo, le he dado un varón fuerte y sano.
Kael, mientras succionaba, aprovechó para tocar sus pechos con sus manos. Eran suaves y flexibles, una sensación excitante y reconfortante.
—¿Y qué se dice de las otras consortes? —preguntó su madre, evidentemente disfrutando del cotilleo y soltando una risita por las manos de su hijo.
—La segunda consorte está preocupada por la salud de su hijo, y la cuarta volvió a tener una hija —respondió la segunda sirvienta.
—Pobres ilusas —comentó la madre de Kael, riendo suavemente—. Ninguna de ellas comprende realmente cómo jugar este juego.
Kael, terminando de alimentarse, se pegó a los pechos de su madre y cerró los ojos disfrutando de la calidez y el olor de la mujer. Aunque no entendía completamente las palabras, empezaba a percibir las dinámicas de poder que lo rodeaban. Su nueva vida prometía ser tan complicada como agotante, y Kael estaba decidido a aprovechar cada oportunidad que se le presentara para disfrutar de los lujos que parecía tener.