—¡Santo cielo, casi me matas del susto! ¿Qué haces aquí? —preguntó Violeta quejándose y se puso en cuclillas para recoger el cepillo.
Jack tenía las manos dentro de los bolsillos y estaba mirando la luna, muy concentrado.
Violeta se quedó ahí, solo admirando su imagen, también calmando su corazón después del susto que le dio.
Parecía cansado.
—Lo siento. No era mi intención irrumpir en tu dormitorio sin pedirte permiso. Pero no quería que nadie me viera afuera tratando de entrar —explicó sin mirarla.
—Está bien. No me importa... —dijo encogiéndose de hombros.
Se sentó en la cama, esperando a que Jack dijera finalmente lo que quería con ella. Él ni siquiera la miraba.
—¿Puedo ayudarte en algo? —preguntó en voz baja.
—No estoy seguro —respondió simplemente.
Violeta frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
—Bueno, creo que eres la principal razón de mis problemas, así que no estoy seguro de cómo podrías ayudar.