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Chapter 12 - El Santuario de Solara

Hans se encuentra en una estructura colapsada, que parece ser una especie de templo antiguo.

 

— Algo me dice que he estado aquí antes... Estos símbolos del Imperio no me son ajenos — reflexiona, observando los grabados en las paredes de la cueva.

 

A medida que avanza por los intrincados pasadizos, se detiene frente a las estatuas que adornan cada corredor. Algunas representan figuras humanoides, mientras que otras parecen deidades ancestrales. Llegando al final de las bóvedas, Hans entra en una gran cúpula, ahora en ruinas, que lo deja boquiabierto.

 

— ¿Qué lugar es este? — se pregunta, admirando el imponente altar y la estatua en su centro.

 

La estatua, tallada en oro y adornada con una corona de diamantes, representa a un ser alado con seis cuernos, cuyos ojos de rubí parecen seguirlo a donde quiera que vaya. Alrededor de la cúpula, siete estatuas más observan en silencio, cada una con una presencia imponente y misteriosa.

 

Mientras Hans investiga, su atención se desvía hacia el cuerpo de una mujer en el suelo, identificando un brazalete peculiar en su muñeca.

 

— ¿Cómo no lo noté antes? ¿Qué hace ella aquí? — se pregunta, sorprendido por su presencia.

 

Examinando más de cerca, descubre un dispositivo de activación en la mano de la mujer, desatando una oleada de preguntas en su mente. Antes de que pueda reaccionar, un disparo atraviesa su mano, y al volverse, se encuentra cara a cara con su compañera, Wong.

 

— ¡¿Qué demonios estás haciendo aquí?! — exclama Hans, desconcertado por su repentina aparición.

 

— ¡Aléjate de Diane o te juro que te mato! — responde Wong, con el rifle aun apuntando hacia él.

 

La ira y la confusión arden en el interior de Hans, intensificándose con cada segundo que pasa.

 

— ¡Te lo estoy preguntando, Wong! ¡¿Qué estás haciendo aquí?! — grita, luchando por mantener la compostura mientras se enfrenta a su compañera.

 

En un instante de frenesí, un enfrentamiento físico estalla entre ellos, culminando en una patada de Hans que deja a Wong inconsciente en el suelo.

 

— Maldición...— murmura, frustrado por la situación.

 

Al examinar la mano de Diane, Hans descubre el dispositivo de activación que sostenía, y una marca tatuada en su antebrazo derecho despierta una chispa de reconocimiento en su mente.

 

— El trébol de la familia Maritzio... ¿Podría ser posible? — se pregunta, con el corazón latiendo con fuerza mientras intenta desentrañar el misterio que rodea a la enigmática mujer.

 

Hans toma la decisión de regresar a la superficie y, tras un arduo esfuerzo, encuentra una salida oculta tras una de las estatuas. Con determinación, carga el cuerpo de Margot y lo lleva fuera de la cúpula. Sin embargo, un impulso lo lleva a regresar al santuario para recuperar el cuerpo de Diane.

 

— Sammuelle... — susurra entre sollozos mientras se arrodilla en el suelo. En ese momento, Margot despierta y se estremece al ver a Hans en tal estado.

 

— ¿Qué sucede, Hans? — pregunta Margot con preocupación.

 

— ¿Quién es esta mujer? La conocías, ¿verdad? — indaga Hans entre lágrimas.

 

— Antes de responder, ¿podrías decirme qué hacías en este santuario? — replica Margot con astucia.

 

Hans decide abrir su corazón.

 

— Estaba siguiendo a un Erradicador.

 

El rostro de Margot palidece al escuchar sus palabras.

 

— ¡¿Un Erradicador?! ¡No puede ser! — responde con sorpresa.

 

— Sí, te estoy hablando en serio. Ahora dime, ¿quién es esta mujer? — insiste Hans.

 

Margot siente un escalofrío recorriendo su espalda.

 

— Es una comandante del ejército privado de la CSG, se llama Diane Vlahokiv. — responde con temblor en la voz.

 

— Entonces, una comandante de la CSG. Pero, una última pregunta... ¿nunca te has preguntado qué significa el tatuaje en su antebrazo? — cuestiona Hans.

 

— Es un trébol... tal vez un símbolo de suerte... — murmura Margot con incertidumbre.

 

— No, no es así.

 

La respuesta de Hans deja a Margot perpleja.

 

— Entonces, ¿qué significa? — pregunta con curiosidad.

 

— Es el símbolo de una de las cinco familias fundadoras del Imperio, el emblema distintivo de la familia Maritzio. — responde Hans.

 

Margot queda atónita.

 

— ¿Cómo sabes eso? — inquiere con desconcierto.

 

— Margot... ella te condujo a este lugar, ¿no es así? — indaga Hans.

 

Un silencio incómodo llena el ambiente mientras Margot evade la mirada de Hans.

 

— Margot, por favor, dime la verdad. — insiste él.

 

— ¡Detente! ¡Estás abrumándome! — responde ella, visiblemente inquieta.

 

— Su verdadero nombre es Diane Maritzio. ¿Por qué conoces a una hannoriana, Wong? — pregunta Hans, preocupado por la respuesta.

 

Margot aparta la mirada y guarda silencio por unos instantes antes de responder.

 

— Ella... era una espía del Imperio. Fue hace tres años... Ha pasado mucho tiempo, ya no recuerdo bien los detalles. — confiesa con pesar.

 

La revelación deja a Hans sin aliento.

 

— ¡¿Una espía del Imperio?! — exclama, tratando de asimilar la información.

 

— Ella... me mostró este lugar. Me dijo que alrededor del mundo hay siete santuarios como este, y dentro de ellos se encuentran armas de poder inimaginable... Armas capaces de derrocar al Imperio. — confiesa Margot, sintiendo un escalofrío al pronunciar las palabras.

 

Hans se pone de pie, pero su corazón se hunde al notar que su bote ha desaparecido.

 

— ¡Maldición! ¡Sammuelle! — exclama con frustración, mientras corre hacia la playa en un intento desesperado por encontrarlo. Margot lo sigue de cerca, llevando el cuerpo de Diane sobre sus hombros.

 

— ¿Por qué te vas sin decir nada? — pregunta Margot, confundida por la repentina partida de Hans.

 

— Sammuelle... Sammuelle estaba en el barco. ¡No podré ni siquiera darle un entierro adecuado! — responde Hans, con los ojos llenos de lágrimas y el corazón destrozado.

 

— ¿Sammuelle? ¿Qué quieres decir con enterrarlo? ¡¿Qué ha pasado?! — insiste Margot, sin comprender la situación.

 

Hans cae de rodillas en la arena, el peso de la pérdida y el dolor abrumándolo por completo.

 

— Murió... Sammuelle está muerto. — susurra con voz quebrada, incapaz de contener su dolor.