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Chapter 13 - Llegada a Nueva Alberta

— ¡Imposible! ¡Sammuelle no puede haber muerto! — Responde Wong entre sollozos, su voz ahogada por la desesperación y la incredulidad que pesa en el aire cargado de tragedia.

 

— Debemos irnos de aquí ahora. No hay nada que hacer... No puedo desviarme por mis sentimientos en este momento. – Responde Hans, con tono firme y decidido resonando en medio del caos que los rodea, un eco de determinación en medio del desaliento.

 

Margot no esperaba tal respuesta viniendo de Hans. Sus ojos, enrojecidos por las lágrimas, buscan un rayo de esperanza en medio de la desolación.

 

— Lo lamento, no te cargaré más con preguntas. En el norte de la isla, hay un gran buque cargado de aviones... No sé si sirva alguno, cuando lo vi estaba en llamas. — Agrega Margot, su voz temblorosa se mezcla con el eco de la tragedia que envuelve la escena.

 

— Si es nuestra única forma de salir de aquí debemos intentarlo. Pero ¿qué harás con el cuerpo de Diane? — Pregunta Hans con sutil amabilidad, su preocupación por el bienestar de Margot se refleja en su tono compasivo.

 

— No lo sé...-Responde con los ojos aguados, la carga de la pérdida pesa sobre ella como una losa insoportable.

 

Hans toma su mano y le regala una cálida sonrisa, un gesto de consuelo en medio de la desolación.

 

— Siento mucho tu pérdida. – Su voz cargada de amabilidad y comprensión suena como un bálsamo en medio del dolor compartido.

 

Hans y Margot cavan una tumba, el sonido de sus manos golpeando la arena es un eco sordo en medio del silencio cargado de pesar. Después de varios minutos, entierran el cuerpo de Diane, un acto final de despedida en un mundo desgarrado por la guerra y la tragedia.

 

— Hasta siempre, amiga mía. – susurra Margot, las palabras apenas audibles en medio del susurro del viento que parece llevarse consigo los lamentos de su alma.

 

— Es todo. Debemos irnos... — Responde Hans, su voz es un susurro resignado en medio del clamor del destino.

 

Después de llegar al norte de la isla, están en busca de un avión funcional para huir hacia Mifdak, una esperanza en medio de la desesperación.

 

— Maldición, solo hay chatarra aquí. – Dice Margot resignada, cargada de frustración mientras sus ojos escudriñan el desolado paisaje en busca de una salida.

 

— No pierdas la esperanza, debe haber al menos uno que sirva. — Responde Hans, su tono firme y optimista resuena en medio del desánimo que amenaza con envolverlos.

 

Después de varios minutos, logran encender uno de los aviones, el rugido del motor es un eco de esperanza en medio de la desesperación.

 

— ¡Por fin! ¡Lo conseguiste! — Agrega Margot con entusiasmo.

 

— ¡Bueno, ahora hay que irnos! – Responde Hans, su tono urgente y decidido mientras se preparan para la huida hacia la seguridad que se vislumbra en el horizonte.

 

Sin tardanza, parten rumbo a Mifdak. Pasadas tres horas, al estar a poca distancia del área de defensa 1 de Mifdak, observan a lo lejos la ciudad de Nueva Alberta terriblemente devastada, un espectáculo desgarrador que se extiende ante ellos como un recordatorio sombrío de los horrores de la guerra.

 

— ¡Dios santo! ¿Esta es Nueva Alberta? — Exclama Margot impactada, su voz cargada de asombro y horror ante la visión desoladora que se despliega ante sus ojos.

 

— El imperio es... Devastador. — Murmura Hans, su voz es un susurro lleno de pesar mientras contemplan el panorama desolador que se extiende ante ellos, un paisaje marcado por la destrucción y la desolación que habla del sufrimiento de una ciudad afligida por el peso de la guerra.

 

Margot se encarga de comunicarse con la torre de control para lograr aterrizar, su voz firme y decidida resuena a través de la estática que interrumpe la transmisión.

 

— Gx Forge 29, cambio. Margot Wong, capitana del área 3. Requiero permiso de aterrizaje inmediato. — Solicita, su tono profesional denota la urgencia de la situación.

 

— Torre de control sur, permiso concedido. — Responde la voz opacada por la estática, la autorización llega como un alivio en medio de la tensión que los envuelve.

 

Al tener permiso de la estación aérea para aterrizar, se apresuran. Varios soldados los reciben para escoltarlos hacia el centro de infantería, donde se encuentra el general Voznikov, el hombre al mando cuya presencia impone respeto y temor.

 

Al llegar, entran a la oficina donde el general aguarda, las enormes puertas se abren para dar paso a los capitanes, su presencia es un reflejo de la seriedad del momento.

 

— Pasen y siéntense. Ahora que están todos los capitanes puedo continuar. — Dice Voznikov con seriedad, su tono es un eco de autoridad que llena la habitación.

 

— General, hemos rescatado al capitán... Aun después del improvisto ataque del imperio la misión se completó. – Agrega Wong, en medio del silencio que abunda en la sala.

 

— ¿Se completó? ¡¿Qué está diciendo Wong?! — Responde Voznikov, su ira palpable en cada palabra que pronuncia.

 

— General, tranquilícese. No podríamos haber sabido que desplegarían aquellas bombas nucleares. De hecho, más que eso, no podíamos siquiera pensar en tener oportunidad de recuperar las islas... Ese informe de Isistan... hay nuevos soldados erradicadores, no hay que negar... — Intenta explicar Hawkins, su voz es un susurro en medio del vendaval de furia que se desata.

 

Un golpe del general deja tendido a Hawkins en el suelo, un acto de violencia que corta el aire con su brutalidad.

 

— ¿Acaso estás justificando tu mediocridad, Hawkins? – Grita Voznikov, su voz llena de desprecio y frustración.

 

— No señor, yo solo... — Intenta responder Hawkins, su voz ahogada por el dolor que se refleja en sus ojos.

 

Sin aviso, el general arremete contra Hawkins, el aire cargado de tensión estalla en una explosión de violencia. Voznikov patea una y otra vez el estómago del capitán hasta quedar satisfecho.

 

— ¡Debería ejecutarlos por su descaro! ¿¡Vienen cantando victoria cuando murieron más de tres millones de personas!? — Exclama Voznikov, su voz llena de ira y desesperación.

 

— ¡¿Usted comprende que no podíamos prever ni evitar la explosión de dos malditas bombas nucleares?! — Agrega Hans sosteniendo una mirada intimidante, su voz resuena con un tono retador que desafía la autoridad del general.

 

El General arde en furia y ataca a Hans, desatando una tormenta de violencia en medio del caos que los rodea. El silencio que sigue es ensordecedor, los presentes observan con asombro la escena que se desarrolla ante sus ojos, un enfrentamiento épico entre dos fuerzas implacables que amenaza con desencadenar consecuencias imprevisibles.