Caminé por uno de los senderos más peligrosos del lugar, al menos eso me dijeron las personas que habitaban en las afueras del valle. Se supone que aquí suelen ocurrir miles de accidentes, los cuales no tienen explicación.
También hay desapariciones de personas; personas que se "fugaron" sin dejar ningún tipo de rastro o pista. Sus familiares aún lloran por ellos pero no saben donde buscar o por donde comenzar a rastrearlos. Y es aquí donde ingresé yo al valle, para desenredar los nudos de este misterio…
— Calev; ¿haz encontrado alguna pista? — me habló aquel hombre de piel oscura y de estatura alta; el hombre era también musculoso, según decían era un guerrero como ningún otro, portaba un arma de hierro con balas de metal y una camisa de mangas largas, encima de esta una armadura del mismo material que las balas para protegerse del mal.
El señor se unió a mi cuando emprendí mi busqueda; intenté venir solo pero al parecer era terco.
— No.
— Es extraño que en todo este tiempo no hemos podido encontrar algo — expresó con mucha intriga — a estas alturas la luna está apunto de colocarse en el punto más alto, esos monstruos ya deberían haber salido de su escondite…
Ignore sus palabras y seguí avanzando con sigilo; tenía que mantenerme alerta a cualquier señal de peligro, pero al parecer el señor Ernesto era de todo menos silencioso.
— ¡Calev! — medio gritó para llamar mi atenció, lo había dejado un poco atrás, creo que ni él mismo se dio cuenta que avancé dejándolo unos cuantos metros lejos de mi — ¿Haz encontrado algo?
— ¡No! — le respondí cansinamente. Esta es solo una de las razones por las cuales me gusta aventurarme sin compañía.
Seguí y seguí a paso lento, la luna comenzaba a colocarse en su punto, pronto tendríamos más compañía Ernesto y yo, y me preparé mental y físicamente para ello, esperando el primer ataque…
— La luna ha ascendido — habló aquel hombre por milésima vez en este trayecto.
Volví a ignorarlo.
Agudicé cada uno de mis sentidos y recorrí con mi vista el panorama del enorme valle; pero no había nada fuera de lo común. Pensé en lo extraño que esta noche estaba resultando.
"¿Sabían que yo vendría?"
— Debieron saber que vendríamos en su búsqueda — expresó en voz alta Ernesto, como si supiese lo que yo estaba pensando.
— Eso creo.
— ¡Mira! — dijo señalando hacia al frente de nosotros — ¿Es lo que creo que es?
Mire en la direccion señalada y abrí mis ojos como platos.
— ¡Prepárate! — le indique con desespero. Su presencia aquí solo estaba resultando ser una enorme distracción, sus balbuceos y su habla sin parar un solo segundo empezaban a desconcentrarme. Pero ahora, solo me importaba combatir la neblina que empezaba a descender poco a poco.
"Esto terminará por cubrirnos a ambos" — pensé — "Debemos tener cuidado"
— Ernesto, la neblina nos impedirá ver más allá de nuestras narices, le pido, por favor, que tenga cuidado.
— Pff… estás hablando con el mejor cazador de todos — dijo con orgullo y soberbia — Quien debe tener cuidado es usted; no quiero correr a su encuentro para salvarlo de esas bestias, así que procure cuidarse bien.
No respondí a eso, no discutiría con él, mi tiempo es demasiado valioso en este momento, cualquier milisegundo de descuido podría costarme la vida. Así que seguí atento.
Y así como lo predije así sucedió, la niebla cubrió el valle creando un panorama tétrico y oscuro, un ambiente perfecto para salir de caza, tanto para ellos como para nosotros. Tomé de mi espalda el arma que portaba conmigo y la cargué con flechas de metal y bronce; un materia capaz de destruir a esas bestias. Apunté, solo listo para disparar cuando sea el momento adecuado.
— ¡Calev! — gritó Ernesto entre la espesa niebla. Yo suspire intentando relajarme ya que Enesto empezaba a sacarme de quicio — ¡Hombre, da señales de vida, no quiero tener que buscarte más adelante!.. — expresó con diversión — ¡Ya serían dos personas perdidas y no tengo tanto tiempo para rescatar a los do…!
De pronto, escuche como las palabras de Ernesto eran cortadas, y seguidamente a esto, los gritos de dolor y horror se escucharon por todo el valle. Corrí hacia el frente intentando dar con su paradero e intentar ayudarle, pero por más que corría no lograba encontrarlo, pues mi vista empezaba a fallar.
Hasta que algo en mí se despertó, me volteé con un giro de 50 grados y dispare la primera flecha. Pero fue en vano, no logré darle a la bestia.
Mi vista estaba cada vez más borrosa; era una falla que había dentro de mí desde que me liberaron de aquel laboratorio. Pero por suerte para mi, aún me quedaban mis otros sentidos; junto con un sentido extra.
Y así, mis oídos empezaron a escuchar las pisadas de aquel animal, eran similares al sonido del galopar de los caballos; mi piel también era capaz de sentir la ubicación del monstruo; era como una brújula para mi.
Volví a tomar otra flecha, me concentré en lo que estaba haciendo y cuando estuve seguro de lo que había, disparé.
Vi entre las sombras como aquel monstruo caía al suelo y soltaba un liquido parecido a la sangre, pero este era viscoso y pegajoso.
La neblina, como por obra de magia, fue dispersándose hasta que no quedaba mas de ella. Me agache a la altura de la criatura y la examiné.
— Obscūrus — murmure en reconocimiento de la clase de bestia que esta era — Y sigues con vida…
Pude notar en sus pupilas que aún había vida en ella, la flecha solo la inmunizada, no la mataba. Así que tome mi espada y con fuerza le di en el cuello con el propósito de decapitarlo, porque solo entonces, yo sabría con seguridad que estaba completamente muerta.
Una vez que queme el resto del cuerpo de obscūrus, caminé hasta donde se encontraba el cuerpo de Ernesto. No voy a describir con detalles, pero la imagen ante mi no fue nada agradable, y me sentí responsable de su muerte. Era culpa mía que él estuviese muerto; no debí ser tan flexible con respecto a su venida. Ahora no sabría cómo responderle a los aldeanos sobre la muerte de uno más de sus guerreros…