Los arqueros hicieron lo que les mandé; miles de flechas salieron disparadas por el aire en un intento de dar en el blanco; es decir, en las sirenas.
La matriarca de aquellas bestias al sentirse amanezada se vio en la obligación de atacar al enemigo, descendió del cielo con gran velocidad, una velocidad parecida a la de un alcon, pero uno sobrenatural. Ella se adentro sobre el cuerpo de guerreros y dio bajas a muchos de ellos; su manada la imitó y también empezaron a descender en un intento de matar y comer lo que había a su paso.
Pero no dejaría que salieran victoriosas tan fácilmente. Corrí a gran velocidad hasta llegar a ellas, muchas pasaban a mis lados con claras intenciones, pero no llegaron a tocarme un solo mechón de cabello.
Y yo, yo solo tenía un objetivo, la matriarca…
Llegue a ella y luché, propicione una herida sobre su mejilla con la punta de mi espada. Vi como su boca se abría y dentro de ella habían miles de colmillos afilados similares a los de un tiburón asecino. Ella lanzó una mordida en un intento de agarrar mi brazo y romperlo, casi logró hacerlo, sin embargo, mis reflejos le impidieron llegar hasta a mi.
Hubieran bastado solo unos segundos y hoy me vería sin el brazo izquierdo, pero no lo lograría, no perdería contra ella.
Su mirada se oscureció, su pupila creció hasta convertir su ojo en una completa oscuridad, todo era negro, por ende, solo vi mi reflejo ahí mismo, así como ella, yo también era su objetivo principal.
— Morirás… — susurro con una voz horrenda y llena de enojo, su nariz se arrugo debido a la ira y sus dientes fueron expuestos en dirección a mi — ¡Maldito! — me gritó y se lanzó.
Nos adentramos en una batalla el uno con el otro, ella revoloteo y sacó sus garras intentando dar en mi tostro y en mi yugular. Sin embargo, yo conocía muy bien a las de su especie, sabía donde quería golpearme, así que intenté cubrir esas áreas.
— ¿Es todo lo que tienes? — le pregunté de manera burlona en un intento de hacerla enfadar — Creí que serías más ágil y fuerte, pequeña alimaña — me burlé — Después de todo, eres la matriarca, ¿no es así?
Ella solo gruñó e hizo un sonido sordo que vino desde lo más profundo de su garganta. Su voz era espantosa, y eran aún más espantosos los sonidos propios de su especie con la intención de aturdir al enemigo. No mentiré, si dolió un poco mi oído ante ese sonido. Pero no lo suficiente para llegar a distraerme o matarme.
Y así sucedió, ambos seguimos luchando durante un buen tiempo, he de admitir que tenía habilidad para esto; era muy buena contrincante. Pero me aburrí después de un rato.
— ¡Basta! — le grite — !Acabemos de una vez con esto!
La sirena soltó una carcajada tenebrosa y salió a mi encuentro, se lanzó hacia mí a velocidad anormal. Y hoy más que nunca me alegre de haber sido preparado para esto.
Cuando ella estuvo a unos centímetros cerca de mi, salté, y mientras estuve en el aire levanté mi espada lo más alto que pude:
— ¡Morirás! — le grité lo mismo que ella me había dicho a mi. Y lancé mi espada con todas mis fuerzas sobre su cuello.
En sus ojos pude notar el pánico y el asombro antes de que mi espada diera con ella. Creo que no esperaba dicho movimiento.
Su cabeza rodó hasta quedar atrapada en medio de los guerreros.
Las demás sirenas al verse sin su guía y protectora empezaron a volar lejos del campo, fue entonces que les pedí a los guerreros su ayuda para destruir al resto.
— ¡Disparen! — les grite.
Una a una fueron cayendo al suelo mientras que otras lograron salvarse. Al menos está noche no volvería a verlas, pasará un buen tiempo antes de que decidan regresar, aún tienen que encontrar otra matriarca, sin una reina o guía las sirenas son nada.
Gire sobre él mismo lugar, ya que lo único que deseaba era ver cuánto habíamos logrado y a cuantos habíamos perdido.
— ¿Están todos bien? — les pregunté.
— No — respondió uno de manera brusca — ¡La mayoría a muerto! ¿Cómo se le ocurre pensar que estamos bien?
— Se les advirtió que esto pasaría. No es culpa mía — me excuse de la responsabilidad.
— Pensamos que no sería tan difícil, no se escuchaba de esa manera al usted hablarnos sobre estas bestias — me recriminó — ¡Yo me largo de aquí! — dijo lanzando su espada hacia el centro del campo — Los demás deberían hacer lo mismo.
— Si no luchan ahora, sus familias pagarán las consecuencias.
— ¡No amenace a mi familia! — dijo apuntándome con un dedo — ¿Es morir aquí o matar a mi esposa e hijos? ¿Es eso?
— ¿Quien dijo que yo lo haría? — devolví — Si no lo hago yo, lo hará alguien más.
Vi la duda caer en sus ojos, pero creo que estaba demasiado atemorizado como para continuar luchando aquí en el campo.
— Yo me largo — dijo por segunda vez.
Camino de regreso hacia el pueblo y hacia las murallas. Pensé en lo ingenuo que era, porque esas bestias intentarían entrar a toda costa si no eran detenidas.
— Si Manuel no lucha con nosotros, entonces tampoco tengo porque hacerlo yo — le siguió otro de los "soldados".
— Son unos cobardes — solté. Eso hizo que se detuviera.
— ¿Cómo nos llamo? — preguntó enojado.
— Cobardes. Es lo que son — les dije con voz neutra — Jamás había luchado a la par de gente sin cerebro y razonamiento; sin contar los cobardes que son todos ustedes.
— ¡Estamos muriendo aquí! — gritó.
— Y morirán de una u otra manera. Al menos les pediría que luchen para salvar a sus familias, aunque muchos de ustedes no regresen a casa — intente persuadir — Pero… si no luchan hoy, corren el riesgo de morir mañana, junto a sus familias.
Él me observo con pánico. Todos ellos lo hicieron. Pero al final pude notar la determinación en sus miradas.
— Luchare — dijo el más joven de los soldados — Aunque yo no pueda regresar a casa intentaré que mis padres y mis hermanos vivan, aunque sea a costa de mi muerte — dijo cabizbajo pero con determinación.
Esto bastó para que el resto de ellos también decidieran quedarse.