La nueva entidad que llevaba la esencia de Azariel, ahora conocida como Azael, se convirtió en un viajero entre las estrellas. Su misión era clara: difundir la luz de Azariel y mantener viva su leyenda. Azael, con su conocimiento y poder, ayudaba a los necesitados y guiaba a los perdidos.
En uno de sus viajes, Azael descubrió un mundo al borde de la destrucción. Una guerra civil había dividido a su gente, y la desolación amenazaba con consumir su mundo. Azael descendió entre ellos, no como un conquistador, sino como un mediador de paz.
Con palabras de sabiduría y actos de compasión, Azael reunió a los líderes enfrentados. Les mostró que la verdadera fuerza no se encontraba en la dominación, sino en la capacidad de perdonar y construir juntos un futuro mejor. Inspirados por su mensaje, los líderes firmaron un tratado de paz, y el mundo comenzó a sanar.
Azael continuó su viaje, llevando consigo la esperanza de que la luz de Azariel nunca se extinguiría. En cada mundo que visitaba, dejaba una semilla de cambio, un destello de lo que podría ser si se elegía el camino de la luz.
La historia de Azariel, ahora entrelazada con la de Azael, se convirtió en un canto de unidad y redención que resonaba a través del universo. Y aunque Azariel ya no existía en forma física, su espíritu vivía en cada acto de bondad, en cada decisión valiente, en cada corazón que se atrevía a soñar con un mundo mejor.