La esencia de Azariel, que había viajado a través del cosmos como Azael, había tocado innumerables vidas y mundos. Su luz había sido un faro en la oscuridad, una guía para aquellos que buscaban la verdad y la belleza en la inmensidad del universo.
Azael, sintiendo que su misión estaba llegando a su fin, decidió buscar un lugar para descansar. Encontró un mundo tranquilo, con vastos océanos y cielos claros, donde la paz reinaba y la luz de las estrellas brillaba con esperanza.
Allí, Azael se disolvió en la atmósfera, convirtiéndose en una lluvia de estrellas que cayó suavemente sobre el mundo. Cada partícula de su ser llevaba consigo una chispa de la luz de Azariel, sembrando la tierra con fragmentos de su esencia.
Con el tiempo, estas chispas crecieron, convirtiéndose en árboles luminosos que cubrían el mundo con su resplandor. Los habitantes del mundo, todos los seres que nacieron en ese mundo que avía sido tocado por la gracia de Azael, desarrollaron una profunda conexión con la luz y vivieron sus vidas en armonía con el universo.
La leyenda de Azariel y Azael se convirtió en un mito eterno, una historia de redención, sacrificio y esperanza que se contaría por siempre. Y aunque la forma física de Azariel ya no existía, su espíritu vivía en cada árbol luminoso, en cada corazón valiente y en cada acto de bondad.
Y así, la historia de Azariel, el ángel caído que se convirtió en una leyenda, llegó a su fin. Pero su legado continuaría, recordando a todos que la luz más brillante puede nacer de la oscuridad más profunda, y que incluso el final más trágico puede dar paso a un nuevo comienzo lleno de posibilidades.
"EL FIN"