Amelia se preguntó si alguien más estaría despierto. No le había tomado mucho tiempo adaptarse a las mañanas tempranas en el campo. Se despertó antes que los demás por segunda mañana consecutiva, pero esta mañana aún no se había levantado de la cama.
Cazado. La palabra no la había abandonado desde que el pícaro se la dijo. Estaba marcado en su cerebro y su mente tocaba constantemente la herida que dejaba. Embrujada, más bien. Ella no quería pensar en eso. ¿Algunos de sus aliados tendrían el mismo pensamiento? ¿Se esperaría que ella se ofreciera en matrimonio como peón de la diplomacia? Ella no pudo hacerlo.
Era una mujer, pero su valor era más que su mano en matrimonio. No se casaría con alguien a quien no amaba sólo por el bien de la diplomacia. Haría cualquier cosa por su pueblo, pero sabía que había más en la vida que eso.
"Sé que estás despierto", dijo Lucas al aire de la mañana.