**Mateo
Mis hombres habían comprobado días atrás que Agustín Rodríguez no tenía a mi Lucía, como había afirmado por teléfono. Aparentemente, quería que Arena—no, Catalina—volviera y se le ocurrió la cruel artimaña. Estaba dispuesto a arrancarle la cabeza de borracho, pero si Catalina era la verdadera pareja de Efraín, bueno, eso puso las cosas difíciles.
Aunque supongo que debería haberle agradecido a ese bastardo. Debido a sus amenazas arrastradas, al menos descubrí que efectivamente habían encontrado a Lucía. Eso y El Lobo finalmente estaba muerto. No creía en las coincidencias.
La rata babosa tuvo a mi Lucía bajo su custodia todos estos años. Todos estos años, él se reía a carcajadas mientras yo iba una y otra vez a buscar a mi hija.
Si no estuviera ya muerto, lo habría matado.
Esto, por supuesto, dejó un nuevo problema: Marco del Río.