Willie se quedó boquiabierto. Abrió los brazos y se encogió de hombros con cara de incredulidad. No había retraído sus garras de lobo, donde aún colgaba mi ropa.
Se me saltaron las lágrimas y le supliqué: "Willie, no lo hagas. Ted está muy malherido. No puedes aprovecharte de mí".
Willie se quedó helado sin saber qué decir. Tardó mucho en reaccionar. Retiró sus garras de lobo y me rugió: "Liana, basta. ¿A qué clase de truco estás jugando?"
Todavía sollozando y ahogándome, le dije: "Willie, no seas así. Ted es tu mejor amigo. Siempre te ha tratado como a un amigo. ¿Cómo has podido hacerme esto?"
La cara de Willie se puso roja y estaba claramente furioso. Me fulminó con la mirada. Preguntó palabra por palabra: "Liana, ¿estás intentando sembrar la discordia entre nosotros?".
Sacudí la cabeza con vehemencia. Mientras palmeaba a Ted, le dije: "Willie, no digas tonterías. Sabes en tu corazón lo que me has hecho. Te estás aprovechando de Ted. Has defraudado mucho a Ted".