Corrí hasta el hospital. Luego entré corriendo en urgencias con Liana en brazos. El médico indicó a las enfermeras que pusieran a Liana en la cama y la empujaran al quirófano.
Me paseaba ansiosamente de un lado a otro fuera del quirófano, culpándome en silencio por no haberla llevado conmigo antes. No podía imaginar lo que haría si la perdía.
El tiempo pasaba muy lentamente. A medida que transcurría cada doloroso segundo, oía un suave sonido. Giré la cabeza y vi que la luz roja del quirófano se había vuelto verde.
Me apresuré hacia la puerta. La abrieron de un empujón y sacaron a Liana en silla de ruedas. Me acerqué al médico para preguntarle por la situación.
"La operación fue un éxito, pero aún no está fuera de peligro. Depende de si puede despertar en las próximas veinticuatro horas".
Mi corazón, que apenas se había tranquilizado, volvió a ponerse nervioso. Seguí su cama hasta la sala, pero el personal médico me detuvo. Era la sala de la UCI.