"Lord Dorlunsson", espetó el señor de las serpientes, con su larga cola de serpiente agitándose sobre el borde de su cabina en señal de disgusto. "¡Lord Dorlunsson! ¿Me has oído? He dicho que te quites el yelmo de inmediato. El Rey desea hablar con usted, cara a cara".
¡Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda!
Casi me había salido con la mía. Había ganado, derrotado a una legendaria Comandante de Caballería -incluso a mi propia madre- por mis propios méritos, ¡y ahora todo se iba a la mierda!
¡Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda!
"Lord Gundrin Dorlunsson del Reino enano de Ozmydian. No se lo pediré de nuevo. Quítate el yelmo para tu Rey, de lo contrario, habrá duras consecuencias". El Gran Consejero chasqueó los dedos y varios guardias mayores que no habían participado en el acuartelamiento de este año rodearon las almenas superiores del Foso con sus ballestas apuntándome.
Oh, nueces...