*Zander*
Lancé otro puñetazo y mi puño volvió a perforar el duro material del saco de boxeo.
"Mierda". Gemí. "Otro más."
Bajé la bolsa y la arrastré hasta el borde del gimnasio, donde había otras cuatro bolsas con un agujero.
Llevaba más de una hora en el gimnasio y mi cuerpo estaba empapado de sudor. Necesitaba despejarme y había pensado que una carrera me despejaría la mente de ella, pero no había sido así. Así que aquí estaba. Pensando en esos ojos y en su risa. Era casi inquietante.
Olí su dulce aroma por toda la mansión. Lirios.
Cada vez que salía de mi habitación por la mañana, el olor permanecía hasta que el calor de la tarde lo evaporaba.
Me distraía y me embriagaba. Quería más y sabía que eso era malo.
No era la mujer que yo debía querer. La había rechazado por una razón.
Tenía que pensar en mi manada y no podía tener pareja. Mi madre me lo había advertido y yo había jurado no aceptar nunca el vínculo.