No ocurrió nada increíblemente emocionante en el laboratorio, así que después de comprobarlo con Nicholas, volvimos a mi habitación para hablar de los progresos. Todavía estaba un poco nerviosa después de la terrible experiencia con Remus, así que Alexander sin duda se dio cuenta de que necesitaba descansar del estrés. De momento, el vampiro estaba tumbado en la cama conmigo, sin hacer ningún movimiento sexual. Ahora era el momento de relajarse y hablar, no de lujuria.
De hecho, Alexander murmuró: "Déjame darte un masaje. No, no me llevará a follarte, por cierto. A menos que me lo ruegues".
Aquella idea hizo que mi corazón se agitara y me recorrieran escalofríos por la espalda. Estaba segura de que Alexander conseguiría que le suplicara más placer en algún momento. El recuerdo de Nicholas haciéndolo era delicioso, después de todo.