"Dado que sigues aquí y sin hacer nada bueno, parece que esta vez te he pillado a ti en vez de a Remus o a Misty. ¿Cuántas veces te has escapado desde la última vez que hablamos?" gruñó Alexander.
Me encogí de hombros, alejándome de él, y el miedo volvió a invadirme. Me invadió el olor de su colonia y me entraron ganas de derretirme aquí mismo y dejarle hacer lo que quisiera. No era el pensamiento más productivo, lo que me hizo soltar un gemido.
Le dije: "Vas a volver a sermonearme sobre lo inseguro que es pasear por la noche, ¿verdad? Si estás tan enfadado, ¿por qué no haces lo que dices que harían los sectarios?".
En ese momento me estaba volviendo atrevido, cansado de estar lloriqueando y asustado en el suelo. Aprender sobre Los Viciosos y lo que la secta quería hacer con ellos era aterrador. Algo que sabía, de hecho. Una vocecita en el fondo de mi mente me recordó lo que era y lo que podía hacer. Necesitaba mantener este estallido de valentía bajo control.
