Tenía razón.
Nadie me molestó mientras recorría la mansión por la noche. Se oían gemidos procedentes de varias habitaciones, que me recordaban la orgía y me hacían sonrojar, pero no me distraían de mi misión.
Me lamí los labios, apartando de mi mente la idea de querer más de lo que había experimentado. Aunque la lujuria pura y dura que había implicado toda aquella actividad no se parecía a nada que hubiera experimentado antes, era un medio para un fin. Recuerdos como ese serían encantadores pero se desvanecerían.
A mi hermana aún le quedaba toda la vida por delante... si es que seguía viva.
Tenía que serlo, ¿no?
Seguí avanzando por los pasillos, que ya conocía de memoria. Pasé junto a la sala que ya había explorado, descartándola por carecer de importancia. Dudaba que añadieran algo que pudiera interesarme después de mi investigación.
