Punto de vista de Sebastián
La majestuosidad del amanecer que disfrutaba cada mañana desde mi balcón fue arruinada por las abismales nubes de una tormenta de finales de invierno. Descubrí que hizo poco para mejorar mi ya malhumorado estado de ánimo. Una vez más había conseguido meterme en la boca cuando se trataba de Ayda.
Admito que había estado evitando a Ayda desde la casi aventura que casi tuvimos la noche de la fiesta de cumpleaños de Narcissa. Al principio no fue intencional, solo una reacción natural al verla al día siguiente. Es cierto que Ayda me pareció atractiva; su belleza me llamó como una sirena. Ella atrapó mis sentidos, invadió todo espacio para el pensamiento en mi cabeza, y en las noches que eran temprano en la mañana, me avergonzaba al decir que me tocaba con ella.
